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Cien líneas

Pistas

Sobre el fondo del asunto: una vez más se demuestra que no hay forma de celebrar unas elecciones generales sin que en las vísperas se cruce algo terrible. En este caso la revelación de las maniobras de espionaje del ministro Fernández Díaz. En diciembre, la extraña agresión que sufrió Rajoy, perpetrada por un pariente de su mujer, creo recordar. Y más allá, el asesinato de un concejal del PSOE dos días antes de los comicios de 2008 y qué decir del espanto del 11-M. Las proporciones son diversas pero lo que cuenta para el caso son las interferencias, sea una intriga, esta vez, sea una masacre como aquella de marzo.

Sobre la forma: el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, se reúne en su despacho con Daniel Alonso, magistrado que dirige la Oficina Antifraude de Cataluña, institución creada por el Parlament en 2008, precisamente cuando gobernaba el tripartito, y venga a largar sobre la mejor forma de cazar a ERC en un renuncio y tal y tal y tal. ¿Pero es tan abisal la incompetencia del ministro que no sabe que semejante magistratura es una criatura de ERC y de otras madres de similar factura?

Todo los chismes sobre el ministro cobran ahora legitimidad para ser aireados: que si lo de Tarancón, que si Alicia Sánchez Camacho ya largó de comadreo con la novia del hijo de Pujol aquello de tal y cual... por mi parte, me interesa sobremanera la estancia de Fernández Díaz en Asturias como gobernador civil, coincidiendo con la irresistible ascensión de Fernández Villa, siempre muy bien conectado con la policía.

No se cómo aún hay indecisos antes las urnas.

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