Puede que la ciudadanía esté harta de tantos comicios, pero lo que no ofrece dudas es que a pesar de todo las elecciones del próximo domingo no dejan indiferente a casi nadie. La irrupción de Podemos, la posibilidad de que la candidatura que lidera Pablo Iglesias saque más votos y escaños que la socialista, ha agitado como no se conocía desde hacía décadas la vida política española. Defensores y detractores de Unidos Podemos se han apoderado del debate electoral, como lo demuestran, en Asturias, el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, y el exsecretario general del PCE y diseñador de la coalición IU Gerardo Iglesias.
Ése es el mayor éxito del partido morado: generalizando, ha conseguido que un gran número de votantes acuda dentro de cuatro días a las urnas con un solo objetivo: votar a favor o en contra de Unidos Podemos. Hasta ese punto ha logrado Pablo Iglesias influir en la sociedad española. Está claro que no deja indiferente a nadie. O esperanza o miedo, esas son las sensaciones que genera. Y en base a ellas está jugando sus cartas.
El impacto en los votantes de la irrupción de Sanz Montes y de Gerardo Iglesias en la campaña electoral asturiana va a ser mínimo. Sus opiniones son tan de parte (en contra de Podemos el primero y a favor el segundo), con tan pocos matices, que sólo serán tenidas en cuenta por los ya convencidos, tanto de la derecha como de la izquierda. No es ésa, por cierto, la estrategia seguida por Pablo Iglesias en la actual campaña, en la que ha querido pasar página a su pasado más extremo y dar una imagen neutral, socialdemócrata, según sus propias palabras. Da por seguro que quienes lo han venido apoyando hasta ahora lo seguirán haciendo el 26-J, al igual que cree saber que el voto de IU es fiel. Por lo tanto, no ve otro camino para seguir creciendo que el que va hacia el centro izquierda, y que no es otro que el que lleva al sufragio hasta ahora socialista.
