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Catedrático de Comercialización e Investigación de Mercados

Presión social y acuerdos entre partidos

La posibilidad de que un independiente sea el encargado de formar gobierno en España

Todos los candidatos dicen que el acuerdo es necesario y que llegar a terceras elecciones es impensable, pero las líneas rojas parecen incluso haberse fortalecido. Según los sondeos, los resultados no facilitarán la creación de acuerdos. Si no hay cambios sustanciales y no hay replanteamiento de líneas rojas, el estancamiento continúa.

Quizás ni siquiera una fuerte presión social tenga efectos. ¿Qué puede ganar el que se abstiene o colabora en un gobierno encabezado por otro partido? Ceder supone asumir un alto coste de imagen para el propio partido (se desdibuja la diferenciación respecto al partido apoyado y se empeora el posicionamiento ante los partidos opositores, que le reprocharán decisiones ajenas). Este esfuerzo difícilmente se verá recompensado. Cada candidato tiene más bien incentivos a desgastar al adversario, esperando una oportunidad mejor en la siguiente etapa.

Pero, si la presión social en sí misma no es suficiente, ¿qué se puede hacer ahora para incentivar el acuerdo? En mi opinión la clave es conseguir que la expectativa de los candidatos en la siguiente etapa sea, para varios de ellos y de forma simultánea, peor que en la etapa actual.

Esto podría conseguirse con la "amenaza" de que sea un independiente el encargado de formar gobierno. Constitucionalmente esta puerta está abierta. Es posible proponer a una persona independiente (no parlamentario y no ligado a ningún partido) como candidato o candidata para la investidura. Hay precedentes conocidos en otros países. Incluso algunos partidos han planteado en algún momento esta posibilidad. Sin embargo, hasta ahora esta opción no se ha tomado muy en serio y creo que se ha obviado algo importante y es el papel que puede desempeñar como una segunda opción cuya sola posibilidad puede incentivar a un acuerdo entre partidos haciendo innecesaria su aplicación real.

El gobernante no habría sido elegido por los votantes, es cierto, pero el sistema español es parlamentario, no presidencialista, elegimos a los parlamentarios que, a su vez, elegirán al presidente del gobierno en las sesiones de investidura. Esto no cambiaría, la única diferencia es que se abre el campo de posibilidades para elegir al candidato. Éste tendría que negociar con los distintos grupos para la generación de un programa de gobierno aceptable por una mayoría parlamentaria. Lo que los ciudadanos han votado tendría así un efecto decisivo sobre el programa de gobierno. Incluso podría plantearse el compromiso de una legislatura corta.

Si esta posibilidad se plantea ya desde un primer momento tras las elecciones, la estrategia de no participar en acuerdos y negarse a la abstención a acuerdos de otros ya no se verá acompañada de la expectativa de una mejor posibilidad de encabezar el gobierno en la siguiente etapa. Esta nueva etapa implicaría la entrada de un actor nuevo que disminuye simultáneamente las expectativas de todos los partidos de encabezar un gobierno. Para evitar pasar a la siguiente etapa es probable que los partidos con opciones de encabezar un gobierno se replanteen sus líneas rojas, dando flexibilidad a la negociación y facilitando el acuerdo antes de que se llegue a ejecutar esta opción.

Incluso si tuviera que ponerse en marcha, esta opción puede tener efectos positivos. Colaborar en un gobierno no encabezado por otro rival sino por un independiente deja a la formación colaboradora menos expuesta a las críticas de partidos no colaboradores. Además, negarse a la cooperación con un dirigente independiente puede ser mal visto por sus propios votantes (esto, al menos, para el caso de partidos que pretenden posicionarse en el centro político). Una legislatura excepcional encabezada por un independiente podría así incluso favorecer la realización de cambios institucionales de calado.

En todo caso, es previsible que el Rey, prudentemente, no se plantee la posibilidad de proponer a un independiente para la investidura salvo que la sociedad llegue a ver esta opción como una auténtica posibilidad. Por ello creo que esta opción debería aparecer con más frecuencia en los medios, con sus virtudes y defectos, como alternativa a un proceso interminable. La sola presencia pública de esta opción podría tener así el efecto deseado sin necesidad de su aplicación práctica. La presión social unida a esta posibilidad podría generar el impulso necesario para el acuerdo.

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