Rosa: "Algunas personas sostienen muy convencidas que el pasado no se puede cambiar. Que no se puede viajar por el calendario y reescribir las páginas que nos duele recordar. Mienten. Yo sí puedo. No me enorgullezco. Es así, simplemente, y no tengo por qué ocultarlo. No ha sido fácil conseguirlo, eso es cierto. No está al alcance de cualquiera. Me ha costado muchos años de esfuerzo. Muchas energías invertidas. Y tesón. Sobre todo, tesón para alcanzar un estado de total armonía con todo lo que viví. ¿Cómo lo logré? Gracias a una de mis armas secretas. Tan secreta es que sólo yo la conozco. Es de las pocas cosas que siempre me he negado a compartir con alguien. Mi seguro de vida, por así decir. Una especie de salvoconducto para escapar si me veo en un aprieto del que no sé cómo salir. Mi imaginación. Eso es lo que me mantiene en pie cuando todo se tambalea y estoy a punto de venirme abajo. Con ella superé una adolescencia ruinosa, una juventud patética, una madurez en permanente crisis. Cuando todo a mi alrededor era sombrío, siempre encontraba tiempo para relajarme y empezar a imaginar. No voy a desvelar el contenido de esas ensoñaciones. Eso es sólo mío, me pertenece, le pertenezco, nos pertenecemos. La imaginación, y vuelvo al principio, me ha servido para construir un pasado a mi antojo.
A mi medida.
Los recuerdos malos pasan por los filtros que yo decido y salen limpios, inmaculados. Los desastres amorosos, las ausencias punzantes, las humillaciones envenenadas. Los personajes tóxicos, los miedos, los fracasos, las decisiones erróneas. Imagino una realidad alternativa: lo que debí decir y elegir, lo que me hacía feliz, lo que llenaba mi vida en lugar de vaciarla. Y ahora, cuando vuelvo la vista atrás, no recuerdo lo que fue sino lo que imagino. Y soy tan feliz como soñé que era".
