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Joaquín Rábago

No es un país para jóvenes

Hubo unos años en los que Londres era el no va más de la modernidad. Los años de Carnaby Street y King's Road, de la minifalda de Mary Quant, del "Blow up" de Antonioni o el "pop-art" de Hockney, de la rivalidad musical entre los Beatles y los Rolling Stones.

El "swinging London" que atraía entonces como un imán a los jóvenes de todo el mundo, se ha convertido mientras tanto en un lugar sólo para multimillonarios, cleptócratas africanos, magnates rusos o jeques árabes.

Son ésos, aparte de los banqueros y empleados de las firmas multinacionales, los únicos en condiciones de costearse una vivienda en propiedad o pagar los estratosféricos alquileres que han terminado expulsando de allí a tantos jóvenes.

Hoy muchos de esos jóvenes prefieren otras ciudades europeas más baratas como Berlín, que, pese a la dificultad del idioma, parece haber sustituido con su dinamismo y creatividad a un Londres que es hoy sobre todo centro de especulación inmobiliaria, bursátil y financiera.

Definitivamente, el Reino Unido no es ya un país para jóvenes como acaba de demostrar el resultado del referéndum sobre la permanencia del país en la Unión Europea: una consulta en la que los mayores perdedores son sin duda las jóvenes generaciones.

He hablado estos días en Berlín con muchos jóvenes británicos que viven aquí y he notado una profunda desilusión, cuando no desesperanza, por el triunfo del Brexit: es como si se les hubiese robado el futuro.

Jóvenes que han encontrado aquí trabajo, que han hecho amistades con los de otros países europeos y que de pronto se encuentran con que sus mayores han decidido sacarlos de la UE.

Nunca ha quedado tan claro el foso entre generaciones: si en todo el país, un 52 por ciento votó a favor del Brexit, en el grupo de edad de entre 18 y 24 años, un 75 por ciento, es decir, tres de cada cuatro jóvenes, votó en cambio por la permanencia.

Incluso si el resultado hubiera dependido sólo de quienes no han cumplido aún los cincuenta y tienen por lo tanto unos cuantos años de vida y trabajo por delante, Gran Bretaña no tendría que abandonar la UE.

Han sido pues los mayores, los de más de 65 años, además de las personas con menos estudios, los nostálgicos de un imperio que ya no es, y de modo especial los ingleses y galeses, quienes inclinaron definitivamente la balanza a favor del Brexit.

Es la democracia, pero ¿puede haber mayor injusticia?

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