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Vicente Montes

Apuntes De Mecánica Política

Vicente Montes

El PSOE quiere pasar turno

Socialistas y podemistas afrontan sendas crisis, pero de distinto trasfondo; tampoco el PP tendrá fácil el trance de formar gobierno y gestionar la legislatura

No hay muchos juegos en los que se admita dejar pasar el movimiento que toca por turno. En los que cabe esa posibilidad suele tener una condición negativa porque se permite al contrario sacar ventaja o prosperar en su estrategia. En algunos, en cambio, la incapacidad para jugar cartas sólo aplaza la oportunidad de hacerlo y permite que el resto de contrincantes lo faciliten. Claramente hemos visto en la última y menguada legislatura, así como en el resultado de las elecciones del 26J, que la inacción puede ser estrategia ganadora. Pregúntenselo si no a Mariano Rajoy.

Pero una victoria puede resultar una condena, igual que perder unas elecciones no tiene que implicar una debacle: Al Partido Popular no le resultará cómoda la próxima legislatura por los retos económicos y de gestión que se le avecinan y el escenario político que afrontará en el hemiciclo. Tampoco al PSOE ni a Podemos les tiene que resultar infructuoso el aparente paso por el desierto. Eso sí, pueden hacerlo más o menos doloroso.

Los socialistas tienen ante sí una inevitable crisis que las sucesivas citas electorales y la carrera hacia adelante mirando con el rabillo del ojo a Podemos no han hecho más que posponer. No se trata sólo de una batalla por el liderazgo, sino también de definición profunda. Hasta ahora, un mensaje debería ser el hegemónico: que el PP busque sus aliados sin contar con el PSOE y gobierne. Los dirigentes socialistas lo repiten como un mantra para alejar cualquier opción de ser determinantes.

Sin embargo, permanecen en el PSOE tensiones que quedaron larvadas y debates que estaban adormecidos. Bajo esa tesis, por ejemplo, se explican los aparentemente desconcertantes mensajes que han ido lanzando estos días algunos de sus dirigentes, incluida la arriesgada pirueta del Partido Socialista Catalán de sacar a paseo el fantasma de la consulta catalana aunque sea a la canadiense. Todo forma parte del ruido de la turbamulta, en el que cada uno también actúa siguiendo intereses personales o aprovecha el desconcierto para tratar de colar alguna factura antigua a ver si la cobra. Hay en el PSOE quien recuerda que ya Iglesias en su día planteó a Sánchez que las discrepancias sobre la consulta catalana se resolviesen con el PSC. ¿Acaso era este el as que guardaba en la manga?

Aunque este planteamiento de introspección se reconoce en todos los sectores socialistas, las diferencias están en cómo abordarlo. La opción que parece más lógica es que el próximo congreso federal sea una batalla cuerpo a cuerpo por el liderazgo del partido, con la confrontación entre dos actores: Pedro Sánchez y Susana Díaz. Entre los afines al actual secretario general no se descarta que el único candidato sea Sánchez y que Díaz posponga su salto al liderazgo nacional o, directamente, lo descarte. Pero el destino es en ocasiones inaplazable, y peor sería el daño a la imagen de la dirigente andaluza si, después de todo, optase por quedarse en casa.

No obstante, ese debate, que es el que discurre ahora por las cañerías del PSOE, será posterior en el tiempo a la resolución de la incógnita del gobierno, más clara que en diciembre pero aún no resuelta. La mirada puesta en el congreso federal del otoño no debería nublar de los objetivos primordiales, porque hacerlo podría llevar a reproducir errores estratégicos.

Más existencial es el debate al que se enfrenta Podemos, aunque por ahora sólo se dedique a identificar las causas que frustraron sus expectativas de voto. Sus propios dirigentes reconocen que su principal identidad es antagónica: la identidad de Podemos se define por lo opuesto a lo que son aquellos a los que busca combatir o devorar. En este último caso, cuando consigue digerirlos, entonces los incorpora a su discurso. Pero si bien el "ser" puede estar delimitado estrictamente por lo que no se es, se trata de una esencia débil, susceptible de que otros se armen de valor suficiente para asumir ese espacio o recobrar el que tenían como propio hasta hace bien poco. Tarde o temprano, Podemos tendrá que cohesionar un discurso homogéneo o enfrentarse a los conflictos que supone no tenerlo.

Eso sí, tanto socialistas como podemistas confían en que en esta nueva ronda del juego Mariano Rajoy no pase. La tensión que supondrían unas terceras elecciones podría resultar catastrófica. Incluso también para Rajoy, porque ya pocas excusas tiene para no intentar, como sea, gobernar. Y para ello no le quedará más remedio que aceptar cesiones: una cosa es dejar pasar turno y otra entregarse al escaqueo.

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