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Exeurodiputado asturiano del PP

Dos años después

Reflexiones sobre el día a día comunitario

El 25 de mayo del 2014 se celebraron las últimas elecciones europeas que no volverán a ser convocadas hasta junio del 2019. A nivel global de la Unión, los resultados mantuvieron la tendencia tradicional, victoria menos acusada de partidos populares y socialistas con ascensos puntuales de extremas derechas e izquierdas y buenos resultados de partidos emergentes.

En España, la caída de los dos grandes fue espectacular. El PP pasó de 23 a 16 escaños y los socialistas aún peor. Mi partido ganó aquellas elecciones pero una lectura atenta de los resultados anticipa ya las graves pérdidas electorales en las elecciones municipales, autonómicas y generales del 2015.

Uno de esos escaños perdidos fue el mío aunque mi trabajo privado y la pertenencia al Comité Económico y Social Europeo me mantiene integrado en el día a día comunitario.

Y dos años después, con esa mezcla de experiencias profesionales e institucionales unido al interés político que uno no pierde después de tantos años me gustaría compartir con los lectores ( alguno se acordará de mis columnas semanales) ciertas reflexiones.

Primero, tenemos un Parlamento Europeo más político que nunca. Más partidos, representación muy plural con una minoría relevante de eurodiputados hostiles a la propia idea de Unión Europea. Entiendo que es muy difícil luchar con el enemigo en casa.

Sufrimos una Comisión Europea de bajo perfil político. A mi entender, su Presidente Juncker no fue la mejor elección posible. Confirmé la mala impresión que tuve en su discurso de candidato con la configuración de su Colegio de Comisarios donde aquellos miembros con mayor relevancia política se veían relegados tras comisarios menores. El resultado ha sido una Comisión insuficiente con una producción legislativa escasa.

Ante esa configuración, el Consejo Europeo gana. Es decir, la política europea se nacionaliza en vez de comunitarizarse. Y al nacionalizarse se hace inevitablemente más alemana. Con un Reino Unido abierto en canal con su referéndum, la falta de liderazgo en Francia, una Italia irrelevante y los países de la Europa del Este enfangados en su retraso económico, solo quedaría España, que lleva demasiado tiempo ausente por un calendario electoral descabellado.

Y la dirección alemana beneficiosa en algunas cosas (con su gobierno de gran coalición) no genera suficiente consenso en Europa. Ante la ausencia política de la Comisión, surge automáticamente un contrapeso hacia Alemania en el propio Europarlamento, encabezado por izquierdas extremas y antieuropeístas de todos los colores que enmascara la gran labor que la gran mayoría de eurodiputados moderados lleva a cabo.

¿El resultado? Menor eficacia de las políticas europeas y alejamiento del ciudadano medio, equivocadas respuestas a la crisis de los refugiados o al rescate griego, generalización de los movimientos de salida de la Unión (no es solo Reino Unido sino Holanda y los países nórdicos), la hostilidad hacia el Tratado de Libre Comercio con USA, el rechazo por una liberalización mayor de la economía o la ralentización de la Unión Bancaria, del reforzamiento de la Unión Monetaria o de una auténtica política europea de empresa.

Eso no es bueno. Estamos expuestos a un nuevo coletazo de la crisis económica y andamos con los deberes por hacer. Nuestro sentimiento de identidad europea se difumina y sin embargo la Unión Europea es nuestra única respuesta de defensa en un mundo globalizado. Debilitarla, tirar piedras contra su tejado, sólo hará que los cascotes caigan sobre nosotros.

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