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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Había una vez dos circos

Para una vez que había una vez, tachán-tachán-tachán, dos circos que alegraban el corazón de los gijoneses le vamos a cerrar la carpa a uno de ellos por un quítame de ahí esos tigres. Porque un circo sin fieras es como un Ayuntamiento sin concejales o un país sin Gobierno...

La domesticación de las fieras fue un avance de la civilización a partir del Neolítico. Ahora parece que dominar sobre la arena a feroces brutos amaestrados, a los que se alimenta, se cuida y se asea convenientemente, nos devuelve de una patada en el trasero a la Edad de Piedra. Pues vale: echemos al espectáculo circense a los leones.

De manera que, por sendos acuerdos plenarios del todo respetables, en esta ciudad no caben los circos con animales ni los negocios judíos, decisión esta última que dirimirán los tribunales tras declararse Gijón espacio libre de apartheid israelí, por obra y gracieta de sus señorías, expertos todos ellos, a lo que se ve, en derecho internacional y asuntos exteriores.

Ya me dirán qué hacer con los tristes tigres del circo de marras. Tal vez sus dueños, para abrir mañana las taquillas del espectáculo, tengan que conducirlos al alto de la Madera, al límite con el concejo de Siero, y atarlos a un árbol mientras duran las funciones, al cuidado del domador, reconvertido en obligado pastor de felinos.

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