Dos muertos a tiros -ciudadanos afroamericanos por policías caucásicos- y, al poco, algunos dirán que como respuesta, cinco uniformados asesinados a disparos por gente de color, circunstancia étnica, racial o no sabe uno ya cómo decir, que se daba también entre varios de los que murieron en el supuesto contragolpe.

Cierto, no es fácil expresarse en el proceloso océano de lo políticamente correcto, especialmente cuando se trata de sucesos terribles donde cualquier adjetivo se queda corto.

Otra vez Dallas.

Y vuelta a Orlando, al asalto del 12 de junio a la discoteca "Pulse", de ambiente gay, que se saldó con 50 personas asesinadas. Y es que la referencia temporal sale sola ya que no ha transcurrido ni un mes.

El presidente Obama calificó aquella masacre de "acto de terrorismo y odio". Ayer hablaba de "ataque vicioso, premeditado y despreciable contra la Policía". Cierto en un caso y en el otro pero ¿y qué más?

En Orlando ¿se produjo un ataque homófobo, racial, ya que el autor era supremacista islámico, religioso por su credo, resultado del escaso control de armas o simplemente producto de un demente criminal aislado? Y en Dallas ¿cuenta el vector racial, el fácil acceso a los fusiles, la venganza ciega o algún otro factor?

En los dos escenarios ¿no estaremos ante atentados de falsa bandera para desestabilizar sabe Dios a quién o qué?

Vivimos en esferas racionales. Todo tiene una causa. Y existe el azar pero su repetición sin cuento apunta a una conspiración.