Partamos del hecho evidente de que el cantante Francisco se pasó diez pueblos. Sus insultos a Mónica Oltra están fuera de lugar y resultan a todas luces intolerables. Podrían ocurrírsenos unos cuantos adjetivos para calificar la mamarrachada del artista: soez, ordinario, grosero, chabacano, arrabalero, tabernario... aunque es mejor no ponerse a su altura. En la medida en que su lamentable vomitona iba dirigida a una mujer, Francisco fue además asquerosamente machista, por mucho que Oltra tampoco quedara en buen lugar con sus comentarios poselectorales. Desconocemos si el Ayuntamiento de Gijón ha actuado legalmente o no al cancelar la actuación de Francisco en el Jovellanos: eso lo dirimirá seguramente un juez. Tal vez hubiera sido más justo respetar el contrato y aguardar el dictamen del público, que seguramente habría castigado con el silencio o más probablemente con la ausencia tan lamentable diatriba de un notable artista que de manera irreflexiva e irracional ha dado el cante. Además, y para mayor escarnio, Francisco ha contribuido activamente a dar la razón a quienes defienden que las redes sociales se han convertido en un estercolero, donde se promueve al tonto del pueblo a la categoría de portador de la verdad.