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Sol y sombra

Portugal

Nuestros hermanos portugueses son un pueblo humilde y paciente. Acostumbrados a padecer, aguardan con discreta elegancia sus oportunidades en esta vida que no suelen ser demasiadas, lo mismo que llevan haciendo desde hace más de quinientos años con el rey Sebastián, desaparecido misteriosamente en África. El balón, una de sus grandes pasiones, les venía siendo esquivo y estaba ya a punto de entrar a formar parte de las señas inequívocas de melancolía que conforman ese sentimiento que carece de dimensión temporal llamado saudade.

Pero Portugal significa creencia, y en el imaginario se resume en tres efes: Fátima, fado y fútbol. Ayer tocaba la ultima y sonrió precisamente en el estadio de Francia frente al equipo anfitrión que, además, nunca había perdido una final de estas características en casa. Portugal lo tenía todo en contra del mismo modo que hace 12 años el viento soplaba a su favor en Lisboa cuando la equipa nacional embarrancó frente a Grecia, la selección de futbolistas más vulgar que se recuerda disputando la copa europea.

Lo tenía en contra hasta el punto que tuvo que ingeniárselas para reemplazar a su estrella que apenas permaneció sobre el terreno de juego veinte minutos con las botas puestas. Los franceses se relamieron el mostacho y en ese mismo momento, creyendo que ganar era pan comido, firmaron su sentencia de muerte. En cambio, los portugueses recordaron, que contra los cañones hay que marchar y marchar, como se repite en las estrofas vibrantes de su himno. Lo hicieron, además, con la certeza de que en la historia del fútbol continental eran acreedores de una plaza.

Mientras la manada de búfalos bleu se empeñaba en embestir, Fernando Santos cambió dos veces el esquema. Quaresma por la banda y Renato Sanches por el centro. Pero no era el día del joven caboverdiano y tuvo que recurrir a Éder, de Guinea-Bisáu. Esplendor de Portugal.

Para la Tricolor fue una dura derrota: perder contra el que siempre confías en ganar, porque lo contrario resulta supuestamente imposible, es así de doloroso.

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