Amigo lector, si usted se tropieza estos días por las calles de Gijón con un concejal con la mirada fija en el móvil, como sonámbulo y sin levantar cabeza, hágase a la idea de que el servidor público no está resolviendo un asunto del interés común sino intentando dar caza a un "pokémon". Es lo que tiene el videojuego de moda que triunfa en todos los rincones del planeta: que no hay edad inadecuada para comportarse como niños. Como si estuvieran en un Pleno. Igualito.
Puede que la alcaldesa juegue a "Pokémon Go" con la intención de ver si captura a Pikachu, un bichito que echa chispas y que suelta descargas eléctricas que dejan al contrincante tieso y patidifuso. Y que lo remita por correo electrónico a la ministra de Fomento para que le atice un calambrazo que accione la luz de la regasificadora, en permanente apagón; no como la de Coruña, que ha abandonado el estado gaseoso para solidificarse.
Al presidente de Puertos del Estado, Moriyón y sus huestes le pueden ofrecer batalla, en un gimnasio instalado a tal fin en la ampliación de El Musel, con un Pokémon de agua, tal que un Squirtle, que echa espuma por la boca y se esconde bajo el caparazón cuando se siente atacado.
La diferencia entre los animalitos raros de Nintendo y algunos políticos es que los Pokémon evolucionan y los otros no. ¡Ah!, y a partir de ahora, no se les ocurra mandar a un concejal a paseo, pues lo más seguro es que les haga caso y se dedique a quemar zapato por las calles y a engrosar su colección de bichos raros.