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El 54 por ciento de los actores españoles no logró trabajar ni un solo día entre 2014 y 2016. Pese a no ser actor, sé interpretar este dato: la cosa está fatal también encima de las tablas.

El "Estudio sociolaboral del colectivo de artistas y bailarines de España" ha sido elaborado a partir de más de 3.200 entrevistas y en él se demuestra que hay un papel que cualquier actor español bordaría: el de pobre. En ese estado se encuentra gran número de ellos y sólo el 4 por ciento logra ingresar más de 30.000 euros anuales. No es Antonio Banderas todo lo que reluce. Casi la mitad tiene que tener otra ocupación remunerada para poder vivir. Qué papelón. Es decir, hay actores que lo son sólo de nombre: se dedican a otra cosa y no hacen de actor ni un solo día. Yo mismo podría ser actor. Hola, soy actor. No hago ni de mí mismo ni cobro y me dedico al articulismo, pero soy actor. Comencé esta columna como periodista y ahora soy también intérprete. Será por eso, por mi condición de pluriempleado, por lo que me acaban de salir más canas. Dijo Larra que escribir es llorar. Interpretar es no trabajar. El estudio afirma que hay más paro entre actrices que entre actores. Un 51 frente a un 45 por ciento. La verdad es que yo particularmente no he notado que en mis películas y series españolas favoritas haya más ellos que ellas, siendo como es uno bastante aficionado a ellas y sin necesidad de que el presupuesto destinado a vestuario del filme sea excesivamente elevado. El inolvidable Fernán Gómez llamaba cómicos al conjunto de los actores. Pero su situación laboral no tiene gracia.

Los actores nos emocionan y hacen reír y llorar, sentir, naufragar, amar. Nos llevan por los vericuetos de la experiencia humana. Ahora sabemos que después de hacerlo no tienen dónde caerse muertos. Ni dos euros para merendar. Los actores no comen. Ya notábamos un predominio de tipos muy delgados en las películas patrias. La película vital de un actor es de suspense. Sobre si va a trabajar o no. Alguien dijo que si éste fuese un mundo perfecto no se escribirían novelas ni se harían películas. Como el mundo no va camino ni mucho menos de la perfección, deducimos que esta sociedad está algo enferma si no puede pagar a los que producen fantasía, evasión, incursiones a la fantasía o a realidades remotas que nunca viviremos. Benditos sean. Claro que hay quienes, como Hitchcock, podían tener un pensamiento más prosaico sobre estas bellas artes de los escenarios y la pantalla: "Para mí, el cine son cuatrocientas butacas que llenar". Más cine, por favor, más teatro, mejores condiciones. Una fábrica de sueños no debe tener esclavos.

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