Quiso Pedro Sánchez, en la expresión de pesar de nuestros políticos por lo que ocurrió en Niza, reivindicar los valores de la Revolución francesa. En un ejercicio didáctico innecesario -ya sabemos cuáles son esos valores famosos- los enumeró. Y quiso añadir su frase favorita y reivindicarlos hoy (por el día en que los reivindicó) más que nunca. Qué torpeza. Y qué cursilada. Y qué falta de estatura política tan clamorosa. Tiene suerte Sánchez de que la Revolución francesa no tenga, al menos oficialmente, la inteligencia por valor a reivindicar. Ante el horror conviene decir pocas cosas, que sean sentidas y que no suenen a frase hecha. La ligereza de la frase hecha revela, además de una patética falta de recursos expresivos en quien aspira a presidir el gobierno de España -en esto tiene Sánchez a quién parecerse-, un desinterés torpe hacia el dolor con el que uno se solidariza. Hay que hablar bien, hombre. Cameron habla bien. Hollande habla bien. Merkel habla bien. Todos ellos articulan su pensamiento de forma ordenada. Verbosos, repetitivos y carentes de sustancia, los políticos españoles nos avergüenzan. Puede que, por dar un ejemplo, los debates de la tele nos vayan acostumbrando a la idea de vivir en un país de quinta. Tenemos políticos de quinta -conmovedor ver a Rajoy leyendo un papel que tenía en la mano ante Obama-: ¿nadie sabe instruír al presidente para que, si no tiene soltura el hombre, al menos la aparente un pelín cuando tenemos visita de VIP? ¿Nadie vio recientemente al primer ministro de un país báltico expresar ideas con sentido político en un inglés excelente? ¿Nadie compara un poco? Y tenemos una tele de quinta, poblada por gente de quinta. Como dicen en TVE: le voy a hacer una pregunta breve porque tenemos poco tiempo. Y la pregunta se hace esperar una eternidad. Deberían los sabios de TVE recortar gastos en contratación de augures y pagarse simplemente un traductor. En el tiempo en que la Primera nos decía una vaga intuición de lo que pasaba en Turquía, la BBC y la CNN te daban cinco realidades. Sonrojante. Hubiera sido una señal de honradez hacia el espectador meter un monitor con un canal de anglos informando y sencillamente traducirlo: nos enteraríamos de más en menos tiempo. Pero no. En España, el dinero público está para disfrutarlo. A algún experto inútil hay que contratar para que luzca su anorexia mental ante los espectadores, no todo va a ser ahorrar. Eso lo han entendido los cracks del fútbol patrio y a nosotros nos toca, con humildad, aceptar que (vaya notición) Messi somos todos en el país de las Maravillas ligueras. Eso es un país de quinta: aquel que soporta semejantes ultrajes sociales sin sonrojarse, sin declararse en rebeldía porque, en la Cinco, le están salvando a gritos. Mierda de país, me dijo las pasadas Navidades una amiga que vive en Brighton. Sin su permiso (me lo daría seguro), la cito hoy. Sánchez, espabila: di hoy como siempre. Queda mejor.