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De la masa al retinismo

El politólogo italiano Giovanni Sartori, de 92 años, aborda de una entrevista reciente el crecimiento social del cretinismo, abanderado por individuos que sólo creen en lo que ven y que son incapaces de hacer un análisis abstracto sobre qué ocurre a su alrededor. El autor de "Partidos y sistemas de partidos" certifica la evolución desde el homo videns ("el hombre que solo entiende lo que ve con sus ojos") hasta el homo cretinus, cuya falta de criterios erige como líderes a elementos tan simples como Donald Trump.

Hace décadas primaba la masa a la hora de explicar determinados comportamientos electorales, y a la misma se le atribuía connotaciones como su fácil manipulación o su rechazo a las minorías, como bien anticipó Ortega en su libro "La rebelión de las masas". Cabe preguntarse si el hombre-masa era más rocoso que el homo cretinus actual frente a los cantos de cisne.

Juzguen ustedes mismos: hoy no hace falta hacer una revolución de izquierdas o de derechas para conseguir adeptos. En un régimen democrático se puede lograr que un país como Gran Bretaña vote a favor de salir de la UE, sin que los promotores expliquen cómo van a gestionar el día después su "Brexit".

El esplendor del cretinismo va más allá: Nick Farage utiliza mentiras para ganar, y hasta él mismo lo certifica. El estado de perturbación que vive Inglaterra, que no acaba de digerir las consecuencias de su carencia de análisis, tampoco ha sido suficiente: en Holanda se plantean imitarlos.

Sartori cree que este homo cretinus no puede durar mucho, y que finalmente se impondrá el pensamiento, la observación. Pero para que ello ocurra no hay más remedio que exigir a los políticos un giro, una contribución a elevar el nivel, a darle respetabilidad a la educación y a contrarrestar mitos con cimientos de cristal que vuelven a las andanzas de la grandeza de la patria.

Pero no es lo único. Último cretinismo: Hollande le paga a su peluquero 9.845 euros al mes. Una cifra ejemplar para que crezca la idea de que sólo vale lo que se ve. O sea, el cretinismo de la élite política es obvio, por lo que es en doble dirección.

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