James Cameron se despidió con una frase que está muy por encima de su trayectoria en general y de su desdichado final. El exprimer ministro británico dijo en la Cámara de los Comunes: "Una vez yo también fui el futuro". Ha de leerse como la dijo él, con un enfático sentido del humor que hizo reír al resto de los parlamentarios y le permitió sentarse entre aplausos. Darle a una frase tan amarga sentido del humor tiene ese sabor a limón y ese manejo virtuoso de la crueldad tan británico. "Una vez yo también fui el futuro" es una frase adecuada para volverse la anécdota grata que remate el relato histórico del "Brexit" y de sus consecuencias últimas, hoy inimaginables. Está muy bien utilizada pero...
"Una vez yo también fui el futuro" es el comienzo fascinante de una novela que podría seguir hasta el final porque no es posible que tal acierto salga por casualidad sin el sustento de un talento que tiene algo que contar. No logro que me suene con humor pero, de tenerlo, anunciaría un tono menos risueño que el de la despedida de Cameron. "Una vez yo también fui el futuro", desde luego, tendría que ser la primera frase de la adaptación cinematográfica, que sería muy difícil que igualara a la novela.
"Una vez yo también fui el futuro" sería un buen título para una autobiografía, aunque el género no suele ser tan desgarrado porque todas las personas necesitan un relato propio consolador donde no pueda ser comprensivo. "Una vez yo también fui el futuro" tendría que estar en el parlamento final de un androide en la secuela de "Blade Runner". "Una vez yo también fui el futuro" es el primer verso de un poeta inglés gigante que debería haber muerto hace un siglo pero que aún no ha nacido. "Una vez yo también fui el futuro" es el epitafio perfecto para la lápida funeraria de David Cameron como ahora lo es de su carrera política. Dios salve al spin doctor que la creó.
