La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ver el golpe desde casa

En la noche del pasado viernes, hubo un intento de golpe de Estado en Turquía. Lo seguí por los noticiarios de radio y televisión y por los comentarios de los tertulianos que a esa hora estaban de guardia. En un primer momento, se requirieron los servicios de un militar de alta graduación para que explicase al público cuál pudiera ser la causa del golpe de Estado, la orientación política de los golpistas y un pronóstico sobre el desenlace de los acontecimientos.

El militar dijo que el Ejército turco era no solo muy profesional ("mantiene abiertos varios de frentes de guerra desde hace años"), sino también el garante de una constitución que defendía primordialmente los valores de la laicidad desde los tiempos de Ataturk, el fundador de la república, aspecto, este último, que le había hecho ganar el respeto de la mayoría del pueblo.

Para concluir, pasó a alabar (desde un punto de vista técnico, claro) la estrategia que seguían los golpistas al cortar el tráfico sobre los puentes que cruzan el Bósforo, ocupar la televisión estatal, suspender las conexiones a internet, pedir a la gente que se recluyese en su casa, y garantizar mediante un comunicado que la acción militar estaba dirigida a defender la democracia y los derechos humanos. (La difusión de manifiestos tranquilizadores está en el manual de todos los golpistas. En los primeros comunicados del general Franco y de otros alzados contra la República se incluían varios vivas a la República).

Uno de los tertulianos quiso oponer algún reparo a lo que a él le debió parecer una justificación del golpe, pero el militar le cortó el argumento de forma rotunda. "No seamos inocentes -vino a decir-, los golpes de Estado son condenados o tolerados según cuál sea su orientación". Y puso como ejemplo el reciente, y muy sanguinario, golpe de Estado en Egipto, que pese a sus excesos ha sido aceptado favorablemente por toda la comunidad occidental. Por lo que pude ver y oír saltando de una televisión a otra, el ambiente era favorable a los golpistas. El presidente turco Erdogan -decían- había demostrado ser un déspota que pretendía empujar a la nación hacia una deriva islamista, y el Ejército se vio obligado a intervenir para reconducir la situación.

Y en estas estábamos cuando un medio periodístico hizo circular la noticia de que Erdogan había huido en avión hacia Alemania para pedir asilo político, aunque le habían denegado permiso para aterrizar. "Eso significa que el golpe ha triunfado", comentó uno de los tertulianos con visible satisfacción. Pero no era cierto. Al poco, vimos cómo Erdogan comparecía en algunas televisiones privadas para pedir a los ciudadanos que salieran a la calle para protestar contra los golpistas.

Acto seguido, las televisiones pasaron imágenes de filas de ciudadanos dirigiéndose hacia los puntos donde estaban acantonados los militares, aunque muy pronto aquello se convirtió en un gentío inmenso. "Ni siquiera sabemos si esos son o no partidarios del golpe", insistió el tertuliano que se resistía a abandonar su tesis. Más tarde, hubo disparos y otro subrayó: "Tiran al aire, no quieren hacer sangre". Al día siguiente supimos que habían muerto más de 300 personas.

Compartir el artículo

stats