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De piedra

Sobre el libro de Enrique Álvarez Areces, una nueva visión del legado cultural del Camino de Santiago

Cuánto me ha prestado "De piedra" de Enrique Álvarez Areces, hijo de mis íntimos Juan y Emilia. El subtítulo es resumen perfecto: "Cómo el estudio de los materiales pétreos de construcción ofrece una nueva visión del legado cultural del Camino de Santiago". Y entre los animadores académicos de Enrique, me constan la llorada Rosa Esbert, que ha dejado amplia escuela, y el arquitecto Pérez González, Peridis, del que no pierdo su tira cotidiana.

Está editado por el Instituto Geológico y Minero, IGME, y Catarata, sello de dos de mis últimos libros.

El texto aparece a la vez que el Simposio sobre el primitivo Camino que se desarrolló en la Universidad, patrocinado por la Fundación Municipal de Cultura.

No olvido mi silente cabreo por un relieve del Museo Pompidou que saltaba Oviedo en el trazado compostelano iniciado en La tour Saint-Jacques. Roland Dumas, que fue ministro de Miterrand, consiguió llevar a León la primera cumbre hispano gala por el llamado "camino francés". Recuerdo de aquella cómo el embajador comentaba de un concejal que, en pleno "caso Morano", con dimisión del Alcalde, habría dicho: "La cumbre no es en León sino en Lyon". Ha pasado mucho y, gracias a los Amigos del Camino, que preside J. L. Galán, a caminantes escritores tal que Alberto Polledo y al Ayuntamiento, Oviedo recupera su sitio preferente.

Los ponentes (Rucquoi, Suárez Otero, Fernández Conde, que ha dirigido con mano maestra, Henriet, Carrero, Iván Muñiz, Andrade, Portela, Raquel Alonso, codirectora) nos han sugerido mucho, como también don Agustín Hevia y el trubieco Huerta. Espero pronto una publicación recopilatoria de lo oído.

No puedo menos que evocar a Juan Álvarez en la Residencia Sanitaria que, como él mismo, estaba en sus últimos días. Juan se empeñaba en hacerme divisar desde allí La Florida, donde, gracias a su venturosa eficacia, se levanta una de las mejores urbanizaciones, con las que mi amigo soñó desde su primer día de meritísimo concejal. Le costó llevarla a efecto en torno al gran boulevard, que él mismo trazó como elemento necesario.

El Camino Primitivo, del que La Florida forma parte, tiene distintivo elocuente de Raquel Suárez. Las aceras ya estaban señalizadas con veneras broncíneas (San Juan, La Luna, Covadonga, Melquíades Álvarez, Independencia, Argañosa...) hasta Pontón de Riello, Paniceres, Les Campes, Llampaxuga, La Pipera, Lloriana, La Bolguina, Escampleru y Gallegos, para entrar en Las Regueras, de hogaño tan dinámica Alcaldesa.

No es, ni debe ser, una Guía Michelin, como denuncia con rigor Fernández Conde, pero ya es hora que esta ciudad se valore a sí misma en un Camino que, sin Oviedo, jamás hubiese sido. Bien lo difunde LA NUEVA ESPAÑA. Lo dijimos especialmente ante la visita controvertida de Juan Pablo II; hubo ya entonces quien quiso marginar, ¡en el Vaticano!, la presencia papal catedralicia. Recordamos la chanson del siglo XI de "Quien va a Santiago y no al Salvador visita al criado y deja al Señor", que también nos valió, perdón a los historiadores por el utilitarismo, para que la autovía A-8 no evitase estúpidamente Oviedo. Ahí montamos batalla en los responsos del Rey Casto y la reedición por el inolvidable Tabanera del Alfonso II de Constantino Cabal.

Juan, mi amigo del alma, eminentemente religioso, sería feliz con este revival del primitivo Camino y el libro de su segundo hijo. Afán de muchos, entre los que recuerdo, además de Galán y Polledo, a don Celestino Castañón, antiguo párroco de San Lázaro, y al que fue concejal en mi oposición, Rodrigo Grossi, que falleció en el Camino que tanto amaba; bien aprecio la presencia del matrimonio Crespo/Campillo, Jesús Canal, Ana M. Núñez, María Isabel F. Suárez, Carlos Posada...

Mientras yo entregaba al Papa "la réplica de las sandalias de San Pedro", del relicario ovetense, iniciativa de Felipe Prieto y J. L. Cabal, con las que paseó por Covadonga, Rodrigo tuvo la audacia de introducir un libro sobre el Camino asturiano.

Al material pétreo hay que conocerlo y curarlo, Enrique dixit; al Camino, más aún siendo el primitivo.

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