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Xuan Xosé Sánchez Vicente

No puedo creerlo

La participación de Indalecio Prieto y el PSOE en el frustrado golpe de Estado del 34

Hemos asistido este mes, con motivo de la exposición "Indalecio Prieto, la razón en marcha", a un relato hagiográfico del personaje. Así, Etelvino González publica en LA NUEVA ESPAÑA un artículo que lleva el título de "Indalecio Prieto, un genial político y un patriota español". El texto se constituye fundamentalmente sobre un listado de obras realizadas o programadas para Asturies por el político socialista durante su etapa de ministro de Obras Públicas, de lo que se deducen su atención para nuestro país y su capacidad gestora como responsable ministerial.

Aceptando su entusiasmo y aun su eficacia, hay que señalar que la política de obras públicas de su ministerio no hace más que continuar, en parte, lo ya puesto en marcha por Primo de Rivera y practicar lo que en aquella década constituirá la política de muchos estados (EE UU, Alemania, Italia): una intensa inversión pública, a fin de acabar con la crisis o paliar sus efectos. Más o menos valorable en sus dimensiones, pero nada nuevo, nada que no fuese consustancial a la época.

En su relato en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA el 23 de julio, el presidente de la Fundación Indalecio Prieto, Alonso Puerta, manifestó, entre otras cosas, que "Indalecio Prieto fue maltratado en Asturies" y que "Hoy en día se reconoce a Indalecio Prieto como el mejor político asturiano del siglo XX".

¡No puedo creerlo! Repaso los textos y busco otras intervenciones en torno a la exposición -la del alcalde d'Uviéu, don Wenceslao, por ejemplo- y tienen todas el mismo tono hagiográfico y la misma cualidad de mito y embaucamiento: ni una palabra sobre la participación de Indalecio Prieto y el PSOE en el frustrado golpe de Estado del 34.

El golpe de Estado de octubre del 34 (que no pretendía, por cierto, una especie de restauración democrática, sino la implantación de una dictadura proletaria) propició un ambiente de guerra civil y fue un enorme desastre para Asturies: en lo material, con enormes destrozos y pérdidas, y en lo cultural; en lo humano: 1.196 muertos, 7 desaparecidos, 2.078 heridos, más los encarcelados o exilados; en lo político fue, además, un enorme embarcazu: una revolución que se pretendió general en España dejó solos a los asturianos.

El 34 tuvo además consecuencias sociales cuyos efectos se prolongaron más allá de la guerra: en la retracción de capitales y empresarios asturianos y, sobre todo, en la creación de una especie de mitología que, generación tras generación, se propaga en un buen número de asturianos y considera el golpe fracasado tanto una gesta plena de sentido como una especie de desiderátum utópico hacia el futuro. No señalaré aquí los efectos negativos que aun hoy, aunque sea de forma difusa, tiene ese discurso sobre la mentalidad general de Asturies y la visión colectiva del mundo para mucha gente, especialmente joven.

Lo extraordinario de este relato hagiográfico sobre don Inda es que no parece haber ni una sola mención a ello, ni siquiera para intentar justificarlo o explicarlo en su contexto: como si no hubiese ocurrido. Y eso que el mismo Prieto pidió posteriormente perdón por aquel desastre: "Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario de octubre de 1934. Lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo".

La causa y el objetivo son claros: provocar la desmemoria histórica en torno al personaje y a la organización a la que pertenecen los hagiógrafos. Tiene un calificativo. Dejémoslo. Pero lo cierto es que Asturies necesita una versión objetiva sobre aquel golpe de Estado fallido y sus consecuencias, no sólo por razones históricas de análisis del pasado, sino por razones del presente, como he apuntado.

Concluyamos con las palabras de un historiador por todos conocido, don David Ruiz: "Atrás quedó la revolución obrera de la que solo Indalecio Prieto se arrepintió en 1942 en el exilio mexicano. Ochenta y un años después de concluida, ninguno de sus promotores de la UGT y el PSOE, o los colaboradores imprescindibles, comunistas y anarquistas, la han condenado en ninguno de los múltiples congresos celebrados".

PS. Ya pueden suponer que el título "No puedo creerlo" es una mera figura retórica que cae en el ámbito de la llamada "ironía".

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