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Cien líneas

Lavado a fondo

Los malos, ya se sabe, son los chicos de la CIA. Bueno, EE UU en general. Y los buenos, quienes se dedican a denunciar a semejantes villanos. La última entrega de Jason Bourne introduce, aún así, una novedad importante: un megaempresario hiper tecnológico -Zuckerberg, Page...- que se niega a participar en los sucios manejos de la inteligencia norteamericana.

Los que creían que Google, Facebook, Twitter y compañía no eran más que tentáculos de los servicios secretos yanquis no iban muy descaminados así que era necesario salir al paso de tales elucubraciones: la película los blanquea de lo lindo. A mi juicio ese personaje y esa recuperación moral es la clave de la quinta entrega del agente desmemoriado que busca su identidad con el mismo ahínco que Forcadell.

También reciben bendiciones los trasuntos de Assange, Anonymous y Snowden sobre los que pesan mil sospechas de ser agentes del KGB -ahora se llama FSB- o del MSS chino.

Por lo demás, genial la escena de una campus party secreta en Islandia donde unos anarco-capitalistas se dedican a derribar el imperio rastreando bit. Y qué decir del Activo -vaya nombre- encarnado por Vincent Cassel, hasta hace nada casado con Monica Belluci, partner de Bond en su última aparición. Ah, estelar Alicia Vikander en el papel de Inés Arrimadas.

En todo caso, dentro del género conspiranoico me parece infinitamente mejor Person of interest, la serie de televisión. Va mucho más allá así que es más real: las máquinas espías lo saben y lo deciden todo. Lo humanos ya apenas cuentan.

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