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Clave de sol

Cataluña "uber alles"

Una vida entera yendo a Cataluña por tierra, mar y aire y en todos los medios de transporte menos el carro y la bicicleta. Para empezar, en los primeros 50, con aquel Congreso católico que de algún modo sirvió de pretexto a cierto apadrinamiento occidental de la incipiente apertura del régimen. Acontecimiento singular, con la presencia de figuras como el cardenal Spellman de Nueva York o el exministro alemán Von Papen, de la inolvidable "Operación Cicerón".

¿Se podrá decir, como de España en el antiguo régimen, que amamos a Cataluña porque no nos gusta?... Más bien porque ha dejado de gustarnos en razón de ese victimismo incentivado que tergiversa la historia y está a punto de echar abajo el generalizado concepto del buen "seny" tradicional.

El separatismo catalán hunde sus raíces en la industrialización, limitado a un sector burgués y proteccionista. Se empieza por los intereses y se termina por cambiar la Historia. Hace poco más de un siglo comenzaron los nuevos ediles separatistas de Barcelona a rebautizar calles.

Desaparecieron los Santos, empezando por el bueno de San Pedro; también, Cervantes, Colón, Cortés y Quevedo (antes de hacerlos catalanes por sublimación), Lepanto por razones obvias y todos los próceres de reconocido españolismo. Con el tiempo, hubo que rectificar. Como es sabido, en los primeros años 30 del pasado siglo renacieron estos afanes dando lugar al Estatuto de Cataluña "porque España no es realmente un país unitario". ¿Cataluña, sobre todo?

Ahora no sólo volvemos atrás, sino que se hace con unos líderes por lo menos discutibles, una situación absolutamente envenenada, un Gobierno central en funciones y unas instituciones timoratas que han dejado avanzar el deterioro de la situación hasta el límite. Por supuesto, pasando la pelota al Tribunal Constitucional. Que no sea demasiado tarde.

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