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Lo de vestir a las estatuas desnudas, en especial las que muestran el aparato genital masculino, el pene y los testículos para dejarlo claro del todo, es una iniciativa recurrente que no suele dar grandes resultados pero da lo mismo: vuelve una vez y otra porque la capacidad de según quiénes para escandalizarse es tan absurda e incluso, como sugieren los Evangelios, pecaminosa como ilimitada. Cabe fingir escándalo ante casi cualquier cosa, luego ¿por qué desperdiciar la ocasión de levantar la voz ante una estatua desnuda? Que se trata del David de Miguel Ángel no sólo no impide el escándalo sino que lo acentúa porque el objetivo principal de todo rasgado de vestiduras en el escandalizado, no en la estatua es el del eco obtenido y en este caso se garantiza la publicidad. Es la réplica del David instalada en y no la gilipollez de la supuesta vecina escandalizada, cuyo nombre, Ina, se conoce pero su apellido no, la que llama la atención y lleva el asunto a los diarios. O las redes sociales, por supuesto, que no hay caldo de cultivo mejor para los melindres ni manera más excelsa de sacarles partido. Que tanto los organizadores de la exposición de Leningrado como el director del colegio adjunto en cuyo nombre el de sus alumnos se escandalizaba la ciudadana en cuestión hayan intervenido en esa tormenta en un cubilete pone de manifiesto la capacidad que tiene hoy cualquier desaprensivo, obtuso, malintencionado o simple puede ser todo a la vez para montar un escándalo partiendo de la nada.

Se podría pensar que el asunto tampoco es tan grave pero cabe tender lazos entre la actitud de la pretendida inquietud de la vecina de Leningrado subiendo peldaños, uno a uno, hasta llegar a la máxima expresión de ese vicio por el escándalo. Semejante cumbre se encuentra, de momento, en manos de Donald Trump, quien ha logrado sacar petróleo proponiendo que se levante un muro en la frontera con Méjico para impedir la inmigración ilegal. Quien crea que a base de explotar los escándalos no se puede ir muy lejos debería tener en cuenta que Trump es el candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos y va por delante en la intención de voto que reflejan algunas encuestas. Cabe suponer que opina del David de Miguel Ángel.

Salvando las inmensas distancias, con la vecina Ina sucede lo mismo: ha alcanzado cotas sublimes de eficacia a partir de una cuestión tan nimia como la desnudez de las estatuas. Se podría alegar que los organizadores de la exposición de Leningrado ha abierto un buzón electrónico para que la ciudadanía manifieste su sentir y el 95% de las respuestas recibidas apoya que se mantenga desnudo el David de Miguel Ángel. Con la particularidad de que el 5% que quiere vestirlo incluye no pocas ironías como la de disfrazarlo de un personaje de la saga de Star Wars. Pero no nos engañemos: el hecho mismo de que exista la encuesta es una victoria para la escandalizada.

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