Sobre las empresas municipales de Gijón habría mucho que escribir. Y casi todo bueno. Gijón es una ciudad razonablemente limpia que está haciendo un notable esfuerzo por la contenerización subterránea; bien abastecida, con una calidad del agua saludable con origen en uno de los parajes naturales más sorprendentes de esta región, Los Arrudos; con un servicio de autobús urbano deficitario en cuanto que ofrece unos precios sociales muy ventajosos para los colectivos menos favorecidos de la sociedad local, como ocurre con la empresa municipal de Vivienda, que en época de crisis de las familias no puede aspirar, por lógica, al superávit. Respecto a Divertia, que gestiona el turismo y los festejos, requiere de unos ajustes contables urgentes, pues una mala ejecución presupuestaria actual no debe hipotecar el ocio del futuro. Aun así, mejor arriesgar con espectáculos de masas que dan pedigrí a la ciudad que conformarse con una programación plana y escasamente atractiva, riesgo que se corre cuando se prioriza la preocupación por el control contable. Las tramas del agua salpicaron a Gijón aunque fuera tangencialmente porque se trata de un servicio público goloso para la empresa privada. De manera que mejor que siga siendo de gestión municipal, como el transporte público, que de privatizarse e incrementar las tarifas provocaría en esta combativa ciudad un escándalo sin precedentes.
