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Clave de sol

Desde Bueno a Gustavo

Se me permitirá afirmar que Gustavo Bueno, como todos nosotros, tuvo sus flaquezas y es posible que en cierta medida le hubieran perjudicado algo ciertos excesos entusiastas de sus incondicionales. No lo digo por ir contra corriente entre los casi excesivos panegíricos de la hora, sino porque así lo creo sinceramente. Y no sé si incurro en una herejía filosófica al estimar que algunos de sus enfoques de la primera hora eran búsquedas de respuestas. Gustavo era otro en las distancias cortas.

La relativa relación con el profesor Bueno fue intermitente en el tiempo: el tratamiento periodístico en los 60, la mutua pertenencia a la iniciativa de Sela, Amigos de Asturias, conversaciones en la barra de un bar y, tras 20 años de ausencia, presentaciones de libros, sus conferencias, la participación en la Comisión de la Memoria Histórica? Poco más.

Aceptemos que medio siglo atrás Oviedo, a consecuencia del terrible trauma de la guerra, había retomado en lo cultural y religioso una suerte de estilo ultraconservador, parejo a un talante político lógicamente intolerante. Caldo de cultivo con el que el ímpetu rompedor de un joven profesor de filosofía como Bueno tenía sin remedio que chocar.

Gustavo tenía un raro sentido del humor que rozaba con el sarcasmo. Y un temperamento fuerte cuando se le llevaba la contraria. En estos años, estaba muy de vuelta de sus incursiones políticas. Por ejemplo, en la referida Comisión, como apuntaba aquí el domingo, formábamos tándem él y yo en posiciones, digamos, de sentido común. Aventuro además que en el fondo, pese a su confeso materialismo, ya no era tan indiferente ante lo espiritual.

Desde aquel Bueno corrosivo de los 60, evolucionó hasta un Gustavo más moderado pasando por su invento de "ateo católico". Dios ha de ser benévolo.

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