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Juegos reunidos

Han empezado ya los Juegos de Río. Es curiosa la voluntad de una ciudad por lucirse ante el mundo y mostrar lo mejor de sí misma, aun a costa de grandes esfuerzos por ocultar lo peor. Un montón de uniformados garantizan la seguridad de los Juegos, aunque no sea seguro que esa ciudad sea segura el resto del año. En cualquier caso, el deporte cumple su función tranquilizadora apartando la atención de la gente de asuntos más dolorosos. En tenis, Djokovic ha empezado mal; tanto, que empezar y terminar han sido para él una misma cosa. Su decepción es tan grande como la de la selección de fútbol de los anfitriones, que no pasó del empate ante Irak. La gloria deportiva está destinada a subrayar la fuerza y el esplendor de un país, hasta el punto de que se da prioridad al júbilo del triunfo transitorio sobre naderías como la injusticia social. ¿Se acuerdan de lo bien que le fue a Islandia en la reciente Eurocopa? Fue un puntazo. Los islandeses salían a ganar, pero su país tenía resueltos algunos deberes básicos. Eso les hacía más simpáticos y, de paso, les quitaba responsabilidades sociales. Sus victorias estaban para contentar a la gente, no para remediar otras frustraciones. Islandia se encuentra en un extremo de Europa, ese curioso continente- con islas agregadas- que está a punto de ser recordado por los sociólogos como un insólito experimento de paz y progreso que duró lo que parece que puede durar: algo de tiempo. Ahora, mientras Europa debate cosas muy importantes, España no es la excepción. Aun llevando un retraso histórico que a veces se ha empeñado en recortar y a veces no, España da una bonita imagen de su rompecabezas interior a través de los políticos que llevan meses explicando en la tele que la culpa es del vecino. Sabes que es España lo que estás viendo porque los participantes en el debate dicen ¿eh? en mitad de una frase cuando expresan un pensamiento profundo. Ahora, con Internet, se ven más cosas. Los españoles han mirado tradicionalmente el liderazgo bruselense con buenos ojos: la pertenencia al club quitaba complejos. El Parlamento Europeo, qué guay. Otra cosa es que el tiempo baje colocones y lleve a fijarse qué estatura política tienen los parlamentarios y qué razones llevan a los partidos a ponerlos en sus listas. Si, un suponer, contara más una maniobra de lealtad interna que los méritos y las competencias del beneficiario del escaño, habría que reconsiderar cosas. Puede que en otra isla más grande que Islandia, y con mucha historia democrática en la espalda, alguien haya querido hacer ver algo así. Ah, la derrota en basket con Croacia. Bajón.

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