Estamos asistiendo estos días al evento deportivo más importante del planeta, los JJOO. Miles de deportistas de todas las nacionalidades se dan cita en Río de Janeiro en una competición que ensalza los valores del Olimpismo promulgados por el Barón de Coubertain y la Carta Olímpica desde 1900, rescatando la antigua tradición Griega. Hoy empieza el atletismo. El deporte rey, el rey de los deportes. El que simboliza "altius, citius, fortius", el más antiguo, el que sirve de base para todos los demás. Sin grandes máquinas y muy pocos artilugios (solo tu cuerpo y tú ), en el que participan deportistas de todos los rincones del planeta (sin excepción), en el que da igual si eres pobre o rico, el que se mide y se cronometra y no da cabida a la subjetividad de un juez .En el que los atletas se abrazan al terminar la prueba, en el que el cuerpo es función y no estética, en el que quien más corre, salta o lanza es indiscutiblemente el mejor, en el que los deportistas nunca increpan al árbitro, en el que el juez te puede echar por "conducta indecorosa", en el que se llega cotidianamente al límite del cuerpo sin considerarse especial. Al que miles de héroes discretos llegan , cómo no, en silencio, y cómo no, se van también en silencio. En el que no es necesario salir en los periódicos para dejar rastros de semi dios, en el que con cada gesto se da ejemplo sin querer darlo, en el que se restringe el espacio y el tamaño de los logos publicitarios para no mezclar el dinero del patrocinio con la pureza del esfuerzo más pleno y desinteresado, en el que el mejor de España apenas gana para sus gastos y el mejor del mundo apenas su hipoteca; es el deporte de miles de genios físicos y emocionales que apuestan su juventud en aras de una perfección que sólo a ellos importa. El atletismo es deporte en estado puro. Respetémosles, miremos la televisión las pocas veces que nos dejan verles en ese estado de gracia y disfrutemos del espectáculo y de las lecciones que nos brindan mientras persiguen su sueño.
