Gijón arde en fiestas, con la ciudad llena de turistas disfrutando de los atractivos del programa festivo y de la hospitalidad de los gijoneses, de sus playas y su gastronomía. Los hoteles se encuentran por encima del 90 por ciento de ocupación este fin de semana, en el que tendrá lugar como colofón la noche de los fuegos, que cada año reúne en Gijón a decenas de miles de personas procedentes de toda la región y de provincias limítrofes. Las terrazas del centro de la ciudad, a pleno rendimiento la mayoría de las horas del día, apuntan otro síntoma del buen estado de salud de la actividad turística local, con números más que aceptables en los últimos meses, según los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística. Parece confirmarse el anuncio realizado hace unos meses por un conocido portal turístico de internet que auguraba que Gijón sería, en 2016, una de las diez ciudades más visitadas de España.

Pese a la subida de precios de la actual campaña veraniega y a que el sector sigue adoleciendo de falta de formación en la base profesional, que sufre con frecuencia la precariedad que conlleva la estacionalidad turística, Gijón se ha convertido, por méritos propios, en un destino consolidado, con recursos turísticos variados y servicios de calidad.

Todo parece positivo en esta segunda semana del mes de agosto, el de la eclosión turística en esta ciudad, si no fuera por las frecuentes quejas que manifiestan los visitantes que llegan a Gijón por ferrocarril o en autobús, que con frecuencia critican, en el primero de los casos, la lejanía de la estación del centro de la ciudad y, en el segundo, el pésimo estado de la parada del transporte de viajeros por carretera.

Una ciudad como Gijón, que pretende consolidar el turismo como una de las bases principales de su economía para paliar el descenso de la actividad de sectores que tuvieron mayor peso durante los años de bonanza económica, como la construcción, no puede permitirse el lujo de recibir a los visitantes en una estación de tren provisional que va camino de eternizarse y en un apeadero inhóspito para autobuses. No es de recibo que los turistas que opten por el ferrocarril para arribar a Gijón queden alejados del centro de la ciudad, en Sanz Crespo, cuando había una estación a cinco minutos de la calle Corrida, en El Humedal, que se demolió. Tampoco es de recibo que Gijón sea la única ciudad de España de más de 50.000 habitantes que no disponga de una estación de autobuses pública.

Y mientras, las distintas administraciones implicadas -la estatal, la regional y la local- siguen sin ponerse de acuerdo y mareando la perdiz sobre dónde instalar definitivamente la futura estacional intermodal prevista en el Plan de Vías, que aglutinaría los servicios ferrocarriles de corto y largo recorrido y las líneas nacionales, regionales e internacionales de autobuses. Una iniciativa que acumula insoportables retrasos y que no cuenta ni siquiera con una financiación asegurada. Lo que augura que aún durante unos cuantos años los turistas seguirán quejándose, lamentablemente, de las pésimas estaciones cuando lleguen a Gijón.