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Presidentes españoles a la americana

Se le ha ocurrido a Albert Rivera (y probablemente Mariano Rajoy lo acepte) la limitación de los mandatos de un presidente del Gobierno en España a solo dos. La medida, como todas las inspiradas por Estados Unidos, parece de lo más guay; pero quizá resulte de ardua aplicación en nuestro sistema parlamentario.

De los americanos, a los que tanto detestamos, habíamos importado ya las primarias de los partidos en un calco que poco tiene que ver con la tradición yanqui. Incluso mimetizamos el discurso sobre el estado de la Unión, que en España pasó a ser debate sobre el estado de la nación, la autonomía y hasta el municipio.

Era solo cuestión de tiempo que les copiásemos también la limitación de los mandatos presidenciales, que el Congreso USA aprobó hace más de sesenta años mediante la pertinente enmienda de su Constitución. Aquí no hará falta siquiera ese trámite constitucional, lo que sin duda facilita las cosas.

Infelizmente, esto no es América, aunque a veces lo parezca. Ni los primeros ministros españoles tienen el carácter de César Imperator propio de los norteamericanos, ni el régimen presidencialista de Estados Unidos se parece al de España mucho más que una castaña a un huevo.

Da un poco de apuro recordarlo, pero lo cierto es que aquí no se elige directamente al jefe del Gobierno (y mucho menos al del Estado, que lo es por cuna y a título vitalicio).

Lo que el elector vota es una lista previamente cocinada por los caciques de cada partido atendiendo al grado de obediencia de los candidatos a diputados. Son esos parlamentarios los que, a su vez, eligen al presidente del Gobierno en primera instancia cuando hay mayoría absoluta o mediante los pactos que sean oportunos cuando no la hay. El votante no pinta ahí gran cosa, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos.

Como es natural, el Congreso que elige al primer ministro puede también derribarlo y sustituirlo por otro mediante la fórmula de la moción de censura. Esto no ha sucedido hasta ahora en España, gracias a la estabilidad que le proporcionaba el bipartidismo; pero bien pudiera ocurrir en un Parlamento fragmentado a la italiana como el que alumbraron las dos últimas elecciones.

En el sistema parlamentario italiano que acaso sea nuestro actual modelo, los gobiernos duran un promedio de menos de dos años y, por tanto, no es infrecuente que un mismo político ejerza la presidencia del Gobierno en hasta siete distintas ocasiones. Ese récord lo detentan Alcide de Gasperi y Giulio Andreotti; pero también abundan los de tres o más mandatos.

Si se le aplicase la limitación a solo dos presidencias que ahora propone Rivera en España, el antes mentado Andreotti tan solo habría gobernado un total de cuatro años, dado que su estancia más larga al frente del Consejo fue de tres, y la más corta, de uno. Quizá los italianos saliesen ganando, pero llegaría un momento en que no hubiera suficiente banquillo en el Congreso para abastecer la presidencia del Consejo de Ministros.

Igual Rivera y Rajoy no han considerado esta peculiaridad de los regímenes parlamentarios del sur de Europa a la hora de copiarles a los americanos su vigesimosegunda enmienda. El caso es que quieren ponerle límites a la Providencia y, lo que es peor, al Congreso. Tanta fascinación por los USA no puede ser buena.

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