¡Qué gusto pasear por Oviedo sin gente ni tráfico rodado! A eso de las nueve, al lado del Escorialín, me encontré con Álvaro de Navia-Osorio Vigil Argüelles Rúa, o sea, el marqués de Santa Cruz; juraría que llevaba peluca; más que contarme batallitas, que libró muchas, me habló de sus "Reflexiones militares" y me invitó a verlo en Puerto de Vega; más arriba charlé con Alfonso Iglesias, nunca tan bronceado, por obra y gracia del escultor Félix Alonso; el creador de Pinín cerca de Clarín, de espaldas al hotel Santa Cruz. Álvaro y Alfonso entre árboles: espino albar, espino de fuego, plátano inglés, secuoya gigante, olivilla, arce blanco... Álvaro curtido en mil batallas, aunque perdió la última y la vida en Orán; Alfonso pintó su madreñogiro, subió a bordo y emprendió la vuelta al mundo. Sable y pluma, sangre y acuarela, pólvora y gaita, prosa tajante y pareado ambulante, ensancharon Asturias.