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Hermano sol, hermana luna

Cuán loable es la labor de todas esas personas y colectivos en defensa de los animales, quienes, imitando a San Antón Abad, recogen y atienden a todo tipo de seres indefensos y desamparados o perros callejeros. También San Francisco de Asís, unos cientos de años más tarde, inició el hermanamiento con el sol, la hermana luna, las hermanas aves de los cielos, el hermano lobo -rodeado de leyendas negras y ahora, por ello, condenado a no poder compartir su nombre- y otros muchos hermanos de todas las especies.

San Antón Abad era ermitaño; retirado a una cueva practicaba la vida contemplativa atendiendo a los pobres animales que vagaban por su entorno. Recientemente un muchacho alemán de veinte y pocos años se fue de "ermitaño moderno" a la isla de la Palma, supongo que en la línea de los progres amantes y defensores de la naturaleza. Ignoro si tenía perro o socorría a los animales, pero lo que se sabe, por las noticias, era de su "pulcritud". San Antón Abad supongo que hacía sus necesidades en cualquier oquedad o detrás de un matorral, como lo hacíamos en el pueblo cuando era niño; y para limpiarnos, usábamos un puñado de yerba o una berza -la berza siempre ha sido muy socorrida-. Todo ello era natural y no polucionaba, pero el muchacho alemán, que procede de una sociedad industrial y desarrollada, se fue a su aventura "hippie" con unos rollos de papel higiénico, ni siquiera de periódico, que fue en mi infancia el sustituto de la berza, pero, dada su pulcritud, no quería dejar bajo tierra aquellos restos de su defecación, para lo cual, usando cerillas, los quemaba. Lo que no esperaba esta inocente criatura es que con este acto, no solamente quemaba los restos de sus excrementos, sino que quemó una importante parte de la isla de La Palma.

Este muchacho seguro que no había tenido oportunidad de convivir con lo que los paisanos de antes llamaban "animales domésticos", y que en los caseríos o "quintanas" compartían, por igual, trabajo y comida -el arado y las "polientas", en la tierra, en el duerno o en el plato-. He conocido muchas casas en donde los animales y las personas convivían. No sé si este muchacho tenía perro o algunos otros animales protegidos, lo ignoro, como ignoro, de haberlos tenido, qué ha sido de ellos. Espero que no hayan quemado. La buena voluntad, con frecuencia, no va acorde con la ignorancia.

Yo me pregunto a estas alturas de tantos imitadores de San Antón y de San Francisco de Asís, en la defensa de los animales y de la naturaleza, si no tienen en cuenta que a los humanos, para castigarlos, desde tiempo inmemorial, se les cerraba en unas mazmorras, jaulas o se les enviaba a galeras, atados con correas, cadenas y con collares de hierro. Por ello no entiendo muy bien cómo para proteger a los perros se les enjaula el un apartamento, en muchos casos, no como compañía, sino por el placer de un entretenimiento como "mascotas" o juguetes, y si seguimos en este camino, al igual que en muchos municipios se prohíbe la actuación de circos con animales, aunque estén bien cuidados, llegaremos a prohibir los perros lazarillos, o los perros de rastreo anti explosivos o drogas.

Recientemente en Madrid se sumaron a todos los defensores de los animales en lo de "igualdad de oportunidades", como son las de tener un cine para perros -supongo que también para gatos-, pero no es que se trate de que un perro lazarillo acompañe a su dueños al cine, sino que se pidieron y se consiguieron sesiones para animales. Claro que si pueden ir los perros y los gatos, por qué no los caballos, los elefantes, los toros bravos y otras especies que, al no tener trabajo en las plazas de toros, en el campo o en el circo, ahora tendrán más tiempo de ocio para ir a las sesiones de cine. Todo un acierto el haberlos llevado a ver "mascotas", así estaban en su ambiente.

No puedo sentir más que una cierta lástima por cómo a los perros y a otros animales, en nombre de los derechos de los animales e imitando a los "derechos humanos", se les coharta la libertad y se les dictan leyes vulgarizando su existencia como se vulgarizó la nuestra al perder ese "paraíso" que ahora queremos recuperar sin saber muy bien por donde andamos. Por cierto, yo me sumo a esa petición de poder ir con los perros al cine, pero desnudos nosotros, no los perros; los perros con chaleco y gafas de tres dimensiones.

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