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Empresa 4.0: el mañana es hoy

En 1863, el escritor Julio Verne concluyó su novela "París en el siglo XX" en la que hablaba de una red internacional de comunicaciones para compartir información, algo muy parecido a lo que luego ha sido internet. La obra cuenta la historia de un hombre que vive en una ciudad con rascacielos de cristal, trenes de alta velocidad y coches de gas. Su editor consideró que la obra era demasiado pesimista y no la publicó. Arrumbada en un cajón, hubo que esperar 131 años para que viera la luz.

Alguien que no pensaba en Julio Verne comentó en cierta ocasión con ironía que "resulta muy difícil hacer pronósticos, sobre todo si son de futuro". Vivimos tiempos de tantas incertidumbres como de grandes expectativas generadas en torno a avances que hace muy poco nos parecían irrealizables y que, sin embargo, se hacen realidad en tiempo récord.

La economía y las empresas no se han visto ajenas a estos cambios de las últimas décadas, acelerados de forma exponencial a causa de la globalización, y hoy afrontan a través de la tecnología 4.0 un presente que se confunde con el futuro. Las empresas deben adaptarse a nuevas necesidades que implican un elevado grado de compromiso y asunción de riesgos, pero que permite hacerlas más competitivas y, lo que es mejor, en prácticamente cualquier ámbito geográfico. No quedan apenas fronteras físicas ni digitales.

Comencemos por nosotros. La denominada "Banca 4.0" hace frente al cambio en los comportamientos motivado por la aparición de otras formas de comprar, de informarse y de relacionarse. De ahí que teniendo a la tecnología como aliada, el contacto con los clientes está cambiando, sin duda, pero lejos de perderse mejorará de forma sustancial, pues cada vez son más las personas que interactúan con el banco a través de controles remotos que evitan los desplazamientos físicos y permiten una mejor organización del tiempo. Desde el banco, por su parte, la tecnología está absorbiendo procesos administrativos y transacciones que desaparecen de las sucursales, transformando éstas así como el trabajo de sus gestores. Las prevenciones y los temores son comprensibles al principio, pero no justificables cuando se conoce el proceso y se comprueban sus ventajas. De hecho, nuestros clientes ya están cambiando sus comportamientos, buscando nuevas demandas de disponibilidad, inmediatez y servicio. De la conjunción de la nueva tecnología digital y los clientes que la hacen suya, nace una verdadera transformación del sistema financiero.

Si volvemos por un instante a los temores, la aplicación de una política de "máximos tecnológicos" podría hacer pensar en la reducción del trato personal entre el cliente y el empleado del banco. Perdería el cliente y se perderían empleos. Pero no es así. En la búsqueda del necesario valor añadido que aumente la competitividad de las empresas -el banco en este caso- se trata de facilitar los procesos al cliente a través de herramientas más ágiles y eficaces, y al mismo tiempo mantener el necesario "cara a cara" que nunca puede faltar; que el cliente tenga la certeza de que siempre hay una persona que le podrá atender. Esta situación implicará la creación de nuevos puestos de trabajo.

Se dice que en 2020 Europa ya necesitará 215.000 líderes en la gestión de tecnología, personas y modelos de negocio, de los que el 70% trabajarán en pymes. La aplicación de la convergencia digital que propone lo que se denomina "el internet de las cosas o web of things" a las empresas se traduce en una nueva manera de organizar los medios de producción con el objetivo de conseguir "fábricas inteligentes" capaces de una mayor adaptabilidad a las necesidades y a los procesos de producción, así como a una asignación más eficaz de los recursos.

Tenemos entonces unas herramientas digitales. Tenemos además unas necesidades que cubrir y que son oportunidades de negocio y de empleo. ¿Pero está Asturias preparada para asumir estos cambios?

El trabajo simultáneo en el desarrollo de productos inteligentes así como en los procesos de fabricación que pregona la Industria 4.0 se adapta a las dos grandes fuerzas de la región como son el potente sector TIC, en claro crecimiento, y la consolidación del tradicional sector industrial. Este proceso debe hacerse sobre una base equilibrada donde cada inversión esté plenamente justificada y los beneficios prácticos sean evidentes. Y en esas cuestiones la aportación del Banco Sabadell Herrero puede ser igualmente importante para conseguir que las tecnologías subyacentes a la Industria 4.0 puedan alentar la fabricación localizada.

Recientemente, un medio de comunicación señalaba con la expresiva frase "el ordenador y el ratón van comiendo terreno en Asturias" el auge de las empresas estrictamente tecnológicas que generan ya más de 6.500 empleos en nuestra comunidad. Se trata de consultorías TIC, fabricantes de software, electrónica, edición de servicios de infraestructuras que en su gran mayoría -añadía la información- tienen previsto aumentar su actividad y contratar personal más pronto que tarde. En el contexto de estos datos, el Servicio Regional de Empleo advertía que las buenas perspectivas de estas empresas chocan con el déficit de personal de alta cualificación que se necesita. Ingenieros, en muchos casos. No sólo hay que adaptar las empresas al nuevo contexto de las cosas, sino también la formación a esas necesidades cambiantes.

La alianza entre las empresas y la tecnología está alcanzando en Asturias una velocidad de crucero destacable, y son muchas las empresas tecnológicas que están despuntando en el ámbito nacional e internacional. Para potenciar estas ventajas, a finales del pasado julio pudimos asistir al nacimiento del clúster "Metalindustry4", avalado por la patronal del metal asturiano, Femetal, y en el que se agrupan 32 empresas, centros tecnológicos y asociaciones del sector para avanzar en una digitalización "más rápida y eficaz", en palabras del presidente de Femetal, Guillermo Ulacia.

Es importante que en el marco del conjunto de las empresas asturianas, la industria tenga claro cuáles son sus objetivos inmediatos. La Asturias empresarial del siglo XXI es un conglomerado multisectorial de más de 70.000 empresas que ha superado la dependencia pública de décadas atrás. Si algo caracteriza a este tejido empresarial es su mayor proporción de industria respecto a la media española. Recogiendo la herencia de nuestro pasado industrial, hoy nos encontramos con una región caracterizada por una especialización notable en metalurgia y bienes de equipo pero de alto valor añadido. En esta adaptación se han quedado empresas por el camino, pero son muchas más las que han llevado a cabo su transformación con éxito y hoy compiten en todo el mundo en las mejores condiciones.

Esta especialización es sinónimo de empresas con raíces y al mismo tiempo con capacidad de acceso a los mercados internacionales. Y permítanme que les dé el último dato a este respecto porque es más que significativo. Nuestras exportaciones tienen un grado de concentración notable en empresas y países de destino. Sin embargo, hay más empresas asturianas exportando que nunca: más de 2.000 lo hacen hoy en día, el doble que hace una década.

Según el Consejo Empresarial para la Competitividad, la innovación y la internacionalización son conceptos paralelos, por lo que resulta necesario que desde los ámbitos públicos se regulen medidas específicas para que las empresas puedan afrontar esta doble vía de crecimiento. Medidas que favorezcan la financiación o la creación de "startups" que hagan más competitivos los proyectos que se quiera desarrollar. No olvidemos que España sigue siendo el menor exportador de los grandes países de Europa. Las empresas son las que deben arriesgarse, pero las leyes deben favorecer que ese riesgo será asumible.

Siguiendo el hilo del Consejo Empresarial, éste considera que la economía del conocimiento "es el principal motor para asegurar el óptimo desarrollo económico de cualquier país a largo plazo y para generar valor y riqueza". Y, por ello, propone una serie de actuaciones estratégicas. Como conclusión más destacada, el Consejo asegura que si en 2018 somos capaces de que los principales indicadores en materia de Economía del Conocimiento se igualen a las mejores prácticas de nuestros socios europeos se tendría un impacto extra del 1,5% del PIB, que se trasladaría a una creación neta de empleo de 130.000 puestos de trabajo por año en toda España. No está mal.

En una reciente charla que pronunció el filósofo y pedagogo José Antonio Marina con motivo de la asamblea general de la FADE, se le pudo escuchar hablar de la necesidad que tienen las empresas de desarrollar el aprendizaje del talento para poder estar al día en la sociedad del conocimiento. Marina hizo mención a los estudios que señalan que hasta el 2030 Europa necesitará 46 millones de personas altamente formadas, y que los sistemas de formación que tenemos no son capaces de producirlos, por lo que habrá que importar otros de países emergentes como la India o China.

Es decir, estamos en pleno proceso -acelerado además- de cambios de paradigmas, y aunque el camino en esta nueva sociedad del conocimiento es complejo, José Antonio Marina se muestra optimista porque las ciencias (la neurobiología en especial) demuestran que las personas cada vez tenemos más capacidades de aprender, de inventar y, por lo tanto, de innovar.

Esta necesidad de innovar de forma permanente sólo se consigue si somos capaces de generar talento, que en palabras del propio Marina "es la inteligencia en acción". Las empresas han de emplear esa inteligencia ante la obligación de renovarse de forma acelerada porque los productos se quedan obsoletos con rapidez, las organizaciones deben, en consecuencia, mejorar y la relación con el cliente también cambia continuamente porque la fidelización es esencial, pero cada vez más difícil de mantener.

Precisamente, a la hora de abordar los retos de las empresas 4.0 una de las cuestiones que más deben preocupar al empresario es su relación con el cliente. Con la aplicación de las nuevas técnicas digitales en la comercialización, el consumidor elige a través del ratón de su ordenador qué producto y qué proveedor desea. Ello obliga a que las empresas tengan como objetivo satisfacer a los clientes de forma más o menos individualizada, lo que provoca que los procesos de producción sean más horizontales, y que cada cliente desemboque en un producto específico.

Los poderes públicos en ningún caso deben ser ajenos a los necesarios procesos de transformación a las que deben someterse las empresas. La legislación debe favorecer las condiciones para que siendo competitivos en España y en Asturias lo podamos ser también más allá de nuestras fronteras.

En Sabadell Herrero nos consideramos empresa. Por historia y por vocación. Y al mismo tiempo, al ser un banco tenemos otra vocación: dotar de capacidad financiera aquellos proyectos que merezcan la pena. Ningún proyecto empresarial serio, riguroso y viable se quedará sin financiación si depende de nosotros.

Tecnología, digitalización, mercados internacionales y globalización son los retos y oportunidades a los que se enfrentan las empresas en la actualidad y que no pueden eludir si quieren sobrevivir, en primer término, y ser realmente competitivas después. Pero con ser fundamental todo lo anterior, me atrevería a decir que el principal valor añadido de una empresa son las personas que encarnan el proyecto. Hoy más que nunca, es fundamental contar con profesionales que tengan una sólida formación en valores, que tengan muy clara la trascendencia del trabajo en equipo y la importancia de la moral, la honradez y el respeto. El trabajo en equipo, así entendido, es entrega.

Por eso me gustaría concluir con una historia humana. Emmanuel Faber, director general del Grupo Danone, se dirigió en junio a los alumnos de una prestigiosa escuela de negocios de París en el acto de su graduación. Habló de su hermano, ya fallecido, que padecía una esquizofrenia aguda y que todos los días le dejaba en el buzón de voz el sonido de un manantial de los Alpes, junto a su pueblo natal. "Ya podía estar en cualquier parte del mundo, que me llegaba esa voz que me recordaba de dónde vengo", señaló Faber, quien añadió a los presentes que la enfermedad de su hermano menor le enseñó a negociar "con los que han perdido la razón y con gente pobre que vive en las calles y a la que mi hermano acompañaba muchas veces". "¿Y qué descubrí?", se preguntó: "que se puede vivir con muy poco para ser feliz, y que el desafío de la economía y de la globalización es la justicia social".

Emmanuel Faber les mostró a los alumnos las enfermedades que se iban a encontrar en el desempeño de sus profesiones: el poder, el dinero y la gloria. De la gloria, les dijo que se olvidasen porque "es sólo una carrera sin fin hacia ninguna parte". En cuanto al dinero, aseguró que "sea lo que sea lo que ganéis o lo que hagáis con él, ¡sed libres, no seas esclavos del dinero!". Y sobre el poder, Faber recordó que mucha gente "a vuestro alrededor tiene poder y no hace nada más que conservar ese poder, asegurarse de seguir un día más". El director general del Grupo Danone añadió, sin embargo, que el poder sólo tiene sentido "si vuestro liderazgo es un liderazgo de servicio", recordando con ello esa idea anterior de la justicia social.

La tecnología 4.0 nos proporciona unas herramientas impensables hace pocos años. Pero las habilidades que debemos emplear para utilizarlas deben combinarse con la inteligencia emocional que nos permita saber hacia dónde vamos. En la vida empresarial, ganar no es sólo ganar dinero, sino generar riqueza para hacernos mejores y que nuestras acciones tengan un sentido.

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