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Lo más "cool" en arquitectura

Kevin P. Ryan es uno de los empresarios más influyentes en los Estados Unidos de América debido a que ha sido el impulsor de innovadoras iniciativas en el área de la tecnología aplicada en internet, las cuales han alcanzado un desarrollo espectacular: Guilt Group, MongoDB y Business Insider. Este último es un periódico en línea creado en 2009. Agrega las noticias más importantes provenientes del mundo de los negocios, las analiza, explora nuevas posibilidades y confecciona unos elencos de empresas tech que todo ejecutivo ha de tomar en consideración si es que desea ampliar el radio de acción y el rendimiento de las propias.

Business Insider ofrece, además de las informaciones atinentes a las empresas y a los avances tecnológicos aplicables a ellas, otras de interés social, político o cultural. Ha establecido, a este respecto, un ranking de los cien edificios más "cool" del planeta. No sólo los que han sido construidos con parámetros futuristas e hipermodernos, sino también algunos de los que cuentan con siglos de existencia. La primera que figura en la relación es la iglesia luterana Hallgrímur, en Reikiavik, cuya fachada evoca los flujos de lava expelidos por los volcanes de Islandia. El tercero es el Templo Blanco, budista, de Chiang Rai, en Tailandia; el cuarto, es la capilla católica de la Santa Cruz, en Sedona, Arizona, obra de la escultora Marguerite Brunswig Staude, asesorada por el arquitecto Frank Lloyd Wright.

De cien edificios clasificados, diecinueve son religiosos o de inspiración religiosa. Nueve de ellos son cristianos. Además de los ya mencionados, la iglesia Hallgrímur y la capilla de la Santa Cruz, para Business Insider figuran también en la nómina de "100 coolest works" de la arquitectura mundial: la iglesia luterana de Temppeliaukio, en Helsinki; la cripta, incoada por Antonio Gaudí, de la Colonia Güell, en Santa Coloma de Cervelló; la luterana Frauenkirche de Dresde; la basílica de Santa María Novella, en Florencia, por su fachada, obra de Leon Battista Alberti; la capilla católica Notre-Dame du Haut, en Ronchamp, del arquitecto suizo Le Corbusier; el templo luterano Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche de Berlín; y los muros que aún se mantienen en pie de la derruida catedral católica de Saint Andrew, en Fife, Escocia.

En la lista aparecen cuatro santuarios budistas y dos musulmanes: el ya citado de Tailandia, los de Borobudur, en Java, y Ta Prohm, en Camboya, y el Pabellón Dorado de Kioto; la Gran Mezquita de Djenné, en Mali, y la Mezquita Faisal de Islamabad. De los bahaí, el Templo del Loto, en Nueva Delhi.

Una capilla para todos los cultos es la de la Academia para Cadetes de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, en Colorado Springs; sólo para yoga, el Matrimandir de Auroville, en India; y un edificio sumamente curioso, ecléctico, en el que se entremezclan motivos bíblicos, ideas religiosas y fantasías míticas, es "Le palais idéal", construido por Ferdinand Cheval, el cartero de Hauterives, en Francia.

Al recrear la vista con la contemplación de las fotografías de estos edificios audaces y rompedores viene a la mente aquello que Heinrich Heine escribió en la Carta 9 dirigida a August Lewald en 1837. Se puede leer en la recopilación epistolar "Über die französische Bühne" (Sobre la escena francesa). De joven, el poeta y ensayista alemán visitó la catedral de Amiens con un amigo. Este permanecía absorto ante aquella mole pétrea, cuyas torres habían sido alzadas con indesmayable paciencia. Habiéndose recuperado de la aguda impresión producida por la visión del extraordinario templo de los siglos XIII al XV, se dirigió a Heine y le preguntó si sabía la razón por la que ya no se levantaban en la actualidad obras como la que se erguía ante ellos. Heinrich Heine respondió: "Querido Alfonso, los hombres, en aquellos tiempos antiguos, tenían convicciones; nosotros, los de hoy, sólo tenemos opiniones, y, para erigir una catedral gótica, se precisa de algo más que una mera opinión".

Tal vez sea esa evanescencia moderna de las ideas y de los principios que impulsaron la construcción otrora de edificios emblemáticos, iconos en piedra de una sociedad pensada para la habitanza, la convivencia y la trascendencia, la que ahora señala el filósofo y sociólogo parisino Gilles Lipovetsky, en un libro suyo traducido recientemente al español, como uno de los rasgos definitorios de nuestro tiempo: la ligereza. En todo. También en la religión. "La vida sexual es libre, la familia y la religión se han desinstitucionalizado; las costumbres y los individuos se quieren 'cool'. Liberados de los lazos religiosos, familiares, ideológicos, los individuos 'desatados', desligados, emancipados, funcionan como átomos en estado de flotación social". El título del ensayo es "De la ligereza. Hacia una civilización de lo ligero".

Mas la elevación, la luminosidad, la amplitud y la traslucidez, que confieren una extraña levedad a los materiales empleados en la construcción de un templo, y que, al apreciar el sublime efecto que produce esa armónica conjunción, provocaba una rendida admiración en el ánimo del amigo de Heine, no desdicen de una religiosidad auténtica, vertebrada y sólida. Al contrario, componen el espacio en el que se puede gozar de la dilatación existencial que otorga la vivencia de una fe esencial, límpida y teologal. Sólo la futilidad, la vanidad, la superficialidad, la mutabilidad, la inestabilidad y la veleidad, tanto en el juicio moral como en las acciones correspondientes, a merced de los vaivenes de pareceres irresolutos, constituyen la rémora paralizante que dificulta la realización de ese estupendo proyecto de futuro que es la edificación de la Casa de Dios, de la Iglesia, para el que se precisa de una mano de obra que opere con el expandible, penetrante, duradero y cohesionador aglomerante de las convicciones.

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