Gijón, ciudad europea del deporte, merecería celebrar su propia olimpiada en este verano en el que a todos nos ha tocado pasar por el aro, no una vez, sino cinco. El lanzamiento de martillo debería celebrarse en dependencias municipales, como la lucha grecorromana, el judo, el taekwondo y otras suertes deportivas que se basan en la agarrada y el aplastamiento. Toda competición en el ámbito local debería ser arbitrada por el secretario del Ayuntamiento, que incluso puede hacer sonar, al piano, los himnos contendientes.
Al ping-pong, que es un tuya mía, habrán de enfrentarse los concejales del PSOE y Podemos, y las concejalas, al bádminton. La sede de jabalina se traslada a Oviedo. Y de encender la antorcha, que se ocupe Pirotecnia Pablo con las sobras de la pólvora de los Fuegos.
Si quiere mantener la cabeza del ranking, la Alcaldesa tendrá que disputar los cincuenta kilómetros marcha a Covadonga. Y rezar, no le vayan a descabalgar del cajón o se deshidrate por culpa de los líos de la empresa de aguas.
Los ediles del PP prefieren las distancias cortas y los metros lisos, que los obstáculos ya los acometen en sede judicial. Como son tres no podrán disputar los relevos, salvo que Mariano asuma dos postas. Que empiecen los combates y las carreras, que habrá medallas de la Virgen de Begoña.
