Cada cardinal de Gijón carga con su particular cruz, a la vista de un estudio reciente de Asturbarómetro. Para los vecinos de la zona oeste y la zona sur, la ciudad se antoja irrespirable. Para los del este, el desempleo encabeza la lista de preocupaciones; mientras que los del centro, menos prosaicos, se quejan de los impuestos municipales, que consideran elevados. Es razonable que los habitantes de La Calzada reclamen la hora de bajarle los humos a la gran industria: una buena amiga, empleada del sector sanitario, captaba a primera hora del lunes una enorme nube negra de polución sobre el cielo del occidente gijonés. Y la rebotaba a mi móvil acompañándola de estas palabras: "No me extraña que los vecinos de la zona oeste se quejen de la contaminación".

Esa foto anónima, junto con la de los dos vecinos de El Muselín con las palmas de las manos negras, tintadas de carbón, publicada ayer en el periódico, evidencian que existe un problema grave con la polución en esta ciudad, cuya solución no se acomete con la urgencia que requiere, tal vez por no contrariar al gigante siderúrgico, al que todos los ojos enrojecidos miran y a quien nadie, sin embargo, le tose. Se echa en falta la valentía de la Administración regional en acometer un estudio amplio y serio sobre la incidencia sanitaria de la contaminación en determinados barrios de una ciudad. Y tomar las medidas necesarias, del calado que sean.