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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Empresarios valientes

Las declaraciones de los representantes de la patronal sobre los asuntos públicos

El Círculo de Empresarios y la FADE realizaron en días pasados unas declaraciones afirmando que determinadas exigencias de presencia sindical en la empresa lastraban el crecimiento en el número de empleos de las mismas, y que, en concreto, la exigencia de tener comité de empresa sindical a partir de los 50 empleados disuadía a muchas empresas de llegar a ese límite. Naturalmente, los sindicatos protestaron a continuación, alegando, entre otras cosas, que la representación sindical "hacía más competitivas las empresas".

Al día siguiente, el presidente de la FADE, la patronal asturiana, pidió perdón a los sindicatos "si en algo habían molestado". La cuestión es si son ciertas o no las afirmaciones de que los condicionamientos de representación sindical condicionan el crecimiento empresarial, el salto a más de cincuenta, y la respuesta es "sí". El empresario ve la existencia del comité de empresa como la obligación de pagar horas no trabajadas a unos empleados que, además, se dedican a "revolverle" la empresa.

Podemos pensar que ello es injusto, poco social, egoísta o lo que queramos, pero es así. Y si ello es así -como además manifiestan los datos estadísticos-, lo que tenemos que preguntarnos, en primer lugar, es que de qué debe pedir perdón don Pedro Luis Fernández Pérez, el presidente de la FADE, y, en segundo lugar, a quién representa don Pedro. ¿Es acaso un representante político que tiene que quedar bien con todo el mundo? ¿Un relaciones públicas de una oenegé? ¿O no es más cierto que su función es la de representar el punto de vista de los empresarios y defenderlo? La cuestión para él, por lo visto, es quedar bien. ¡Menuda valentía para defender lo que tiene que defender!

Pero don Pedro Luis no es el único representante patronal con esa "valentía". Desde diciembre del año pasado, tras las primeras elecciones para formar nuevo gobierno, comparecen a cada poco destacados representantes del mundo empresarial -entre los cuales, de forma destacada, don Juan Rosell Lastortras, el cabezaleru de la CEOE- para señalar con cierto dramatismo la necesidad de "formar un gobierno" y, especialmente, "un gobierno fuerte" que meta mano a los problemas. ¿Pero un gobierno de Podemos? ¿Un gobierno del PSOE y Podemos? ¿Un gobierno de PSOE, Podemos y Ciudadanos? ¿Del PP, PSOE y Ciudadanos? ¡Hasta ahí podíamos llegar! Ni una palabra más. Como si fuese para la empresa y para el país igual una cosa que otra, como si las políticas de unos y otros fuesen las mismas. Mas ellos, mudos: ¿temor? ¿cobardía? Porque si no se expresa lo que uno necesita o quiere, ¿para qué hablar? El silencio es mejor que la palabra vana.

Uno, desde luego, viendo las valentías del empresariado español, no puede evitar que le venga a la cabeza el famoso soneto de Cervantes, en su último terceto y en el estrambote: "Esto oyó un valentón y dijo: 'Es cierto / cuanto dice voacé, señor soldado, / Y el que dijere lo contrario, miente.' / Y luego, in continente, / caló el chapeo, requirió la espada, / miró al soslayo, fuese y no hubo nada."

Nota filológica. Pueden aprovechar el titular los profesores para mostrar a los alumnos la función epitética: así como decimos siempre "las antiguas pesetas", porque si dijésemos "las pesetas antiguas" significaría que había unas nuevas, el adjetivo colocado en el titular tras el sustantivo no significaría lo mismo de ir delante. He tenido buen cuidado al escribirlo.

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