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Fernando Delgado

La merecida y necesaria jubilación

Las dificultades para mantener las actuales prestaciones para los mayores

El término jubilación tiene un origen hebreo y otro posterior latino. La primera referencia aparece en la Ley de Moisés, quien estableció que una vez cumplidos los cuarenta y nueve años debía celebrarse una fiesta para dedicarse luego a reflexionar, meditar y volver a la esencia de la vida con gozo y alegría. Por lo tanto, cuando se cumplían los cincuenta años se dedicaba uno a disfrutar con júbilo de lo que había conseguido en los años anteriores. Esto dio lugar posteriormente al término latino "jubilatio, jubilationis", que significa gozo, alegría, júbilo. Es cierto que la esperanza de vida en aquella época era muy inferior a la que, afortunadamente, disfrutamos en la actualidad y especialmente en España, que somos el segundo país del mundo con mayor esperanza de vida, tras Japón, según los últimos datos publicados en 2015 por la Organización Mundial de la Salud, situándose en ochenta años para los varones y en ochenta y cinco para las mujeres.

En el Imperio Romano las legiones estaban integradas por ciudadanos que se alistaban voluntariamente a los veinte años y, tras pasar cuatro meses de dura instrucción, debían permanecer en activo en la milicia durante veinticinco años. Cuando estos veteranos se licenciaban "eméritos" recibían una parcela de tierra o una cantidad de dinero equivalente a la paga de doce años en tiempos del emperador Augusto. En numerosas ocasiones se fundaron ciudades para asentar a estos militares jubilados como Emérita Augusta, actualmente Mérida, que fue fundada por dicho emperador al licenciar a los veteranos de las Legiones V y X tras las guerras cántabras. En otras ocasiones, eran los propios campamentos de las legiones los que formaron núcleos de población estable como el caso de León que se fundó sobre el campamento de la Legio VII.

En España la política de prestaciones económicas y sociales se remonta al decreto del 5 de diciembre de 1883 que creó la Comisión de Reformas Sociales para el estudio de las cuestiones que interesaban a la mejora y bienestar de las clases obreras.

La ley acerca de los Accidentes del Trabajo de 30 de enero de 1900 introdujo el primer seguro social y en 1908 el gobierno de Antonio Maura creó el Instituto Nacional de Previsión. Posteriormente, en 1921 siendo presidente del gobierno Eduardo Dato se procedió a regular el retiro obrero que proporcionó por primera vez pensiones de jubilación a los trabajadores.

Estos mecanismos de protección desembocaron más tarde en una serie de seguros sociales como el Retiro Obrero en 1919, el Seguro Obligatorio de Maternidad en 1923, el Seguro de Paro Forzoso en 1931, el Seguro de Enfermedad en 1942 y el Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (SOVI) en 1947.

Todos estos mecanismos españoles de protección social tuvieron su origen en Alemania en 1884, el primer país del mundo que adoptó un programa de seguro social para la vejez diseñado por Otto Von Bismarck.

Un jubilado de hoy en día no se parece en nada a un jubilado de hace unas décadas. La primera imagen que procesó mi cerebro de una persona jubilada fue en 1970, siendo niño, y se trataba de un varón "mayor" con boina y con la salud muy deteriorada debido a los múltiples esfuerzos físicos realizados durante su actividad laboral trabajando en muchas ocasiones en unas condiciones infrahumanas, especialmente, en las minas asturianas de carbón. Nada que ver con la mayoría de jubilados de hoy en día.

En los últimos tiempos las condiciones laborales han mejorado ostensiblemente en lo referente a la salud y seguridad laboral aunque ha empeorado la estabilidad del empleo, con un notable incremento de las contrataciones temporales, y se han reducido los ingresos salariales, especialmente, de aquéllos que acceden a su primer trabajo en el caso de tener la suerte de encontrarlo. Sin embargo, la expectativa de vida se ha incrementado considerablemente durante estas últimas décadas y muchos de los jubilados de hoy en día son "jóvenes" con buena salud que disponen de tiempo libre para dedicarlo a otras actividades o aficiones.

Mis padres, ambos jubilados y ya octogenarios, han disfrutado estos últimos años, al igual que otros muchos de su generación, la vida que no pudieron saborear cuando fueron niños ya que comenzaron a trabajar a una edad muy temprana, casi siendo niños, para contribuir a la depauperada economía familiar por las necesidades de la posguerra.

Muchos de los pensionistas de hoy en día disfrutan una calidad de vida que les ha permitido abrir nuevos horizontes y disfrutar ahora de aquello que no pudieron tener cuando fueron más jóvenes. Sin embargo, los jóvenes de ahora, los que hemos disfrutado de una juventud envidiable, seguramente no podremos disfrutar de una jubilación como la que viven actualmente nuestros mayores.

El aumento de la esperanza de vida ha contribuido a que los jubilados actuales disfruten de su pensión durante muchos más años que sus predecesores. En España, entre 1992 y 2012, la esperanza de vida se ha incrementado en los varones de los 73,9 a los 79,4 años. El ranking lo lideran los hombres islandeses que llegan a los 81,2 años de media. Durante este mismo periodo de tiempo la esperanza de vida de las mujeres españolas ha aumentado desde los 81,2 a los 85,1 años. Esto ha supuesto que las mujeres españolas, sean las que gozan de mayor esperanza de vida del mundo solamente superadas por las japonesas que viven 87 años de media.

Este incremento de la esperanza de vida ha sido, sin duda, una gran noticia para todos los jubilados pero un gran reto que deben gestionar con mucha precisión los respectivos Gobiernos para garantizar las prestaciones de las pensiones durante mayor número de años al incrementarse su longevidad.

Este aumento de los gastos sociales y el descenso de las aportaciones de los cotizantes unido al incremento del desempleo han puesto en duda la estabilidad y viabilidad del actual sistema de prestaciones en un futuro y por tal motivo se aprobó en 1995 el famoso Pacto de Toledo por parte del Congreso de los Diputados "para el análisis de los problemas estructurales del sistema de Seguridad Social y de las principales reformas que deberán acometerse".

Este pacto, fruto del consenso entre todas las fuerzas políticas representadas en el Parlamento -algo inédito en los tiempos actuales- y aprobado por los agentes sociales, tiene como objetivo hacer viable financieramente el actual modelo denominado de reparto y solidaridad intergeneracional de la Seguridad Social y continuar avanzando en su perfeccionamiento y consolidación. Se creó el Fondo de Reserva del que ya ha tirado en ocasiones el Gobierno para hacer frente a las jubilaciones actuales.

El incremento del número de trabajadores en desempleo unido al descenso de la natalidad y a que se accede al trabajo a una mayor edad que nuestros antepasados hace que disminuya el número de cotizantes y se pierda el equilibrio entre activos y jubilados, entre ingresos y gastos, y que el número de pensionistas se equipare cada día más al de las personas que están en activo. Por ese motivo se han afrontado medidas que van disminuyendo paulatinamente el poder adquisitivo de los jubilados de manera que si antes de 1995 se tomaban como referencia para la prestación de jubilación las bases de cotización de los ocho últimos años del trabajador, a raíz del Pacto de Toledo se fueron incrementando hasta los quince últimos años y ahora con la nueva reforma que entró en vigor en enero del 2015 se puede llegar hasta los dieciocho, lo que supone que las prestaciones de jubilación cada sean más bajas para los trabajadores que nos jubilaremos a partir de los 67 años.

Nuestro sistema de reparto y solidaridad generacional hace que las prestaciones de jubilación se nutran de las cotizaciones de los que están en activo. Nuestro sistema de Seguridad Social de reparto es de los mejores del mundo. No hay como viajar fuera para valorar lo que tenemos dentro. Incluso sociedades que pudiéramos pensar que están mucho más desarrolladas que la nuestra como la norteamericana o determinados países europeos disponen de inferiores coberturas que la española. La asistencia sanitaria y la jubilación no son de reparto sino de la contribución personal que se costea cada uno en función a su nivel de ingresos. Por lo tanto, no hay como salir fuera para valorar lo que se tiene en casa, aunque sea mejorable, y también es cierto que solamente valoramos lo que tenemos cuando lo perdemos porque cuando lo tenemos no lo valoramos. Sea como sea, larga vida a nuestros jubilados para que disfruten de su merecida jubilación y no vean mermados sus ingresos después del sacrificio de toda una vida dedicada al trabajo.

Los alemanes estudian ahora ampliar la edad de jubilación a los 69 años. Veremos cuáles serán los próximos pasos de nuestros representantes democráticos que en lo único que se ponen de acuerdo es en no perder sus privilegios. Buena prueba de ello es que nuestros diputados y senadores tienen unas "pensiones de oro" y solamente necesitan siete años para cobrar la pensión máxima mientras el resto de cotizantes requieren de 15 años para cobrar el 50%. A eso se llama igualdad de condiciones. No me extraña que ninguno se quiera bajar del carro.

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