Se veía venir lo que iba a pasar cuando alguien tuvo la municipal ocurrencia de convertir en parque lo que no era un parque, sino un solar troceado en parcelas para vender y financiar la construcción de la futura estación intermodal del plan de vías, para trenes lejanos, cercanos y autobuses. Se adecentó el solar, gesto loable; se cuidó el césped, digno de elogio también. Y un día amaneció con asientos y bancos. El sitio se llenó de vecinos que pasean a sus perros, se organizó en el Carmen una merendola, se autorizó una fiesta sidrera esta semana y ahora dile a los beneficiarios que nanay de la China, que ese Central Park gijonés de andar por casa no existe, es una entelequia.
Los vecinos demandan zona verde y no se apean de la burra. Y lo pretenden como Dios manda: con el preciso cuidado e instalaciones. Y a ver quién les explica que no, que en ese solar que pisan habrá pisos.
Y en ésas estamos. Con un lío vecinal por un parque que ni lo es ni lo será -salvo que el Gobierno acoquine y extraiga de la bolsa estatal la millonada que cuesta la futura instalación ferroviaria-; y una estación que tampoco lo es, en Sanz Crespo, de juguete y provisional, pero que amenaza con perpetuarse. Ocurre que cuanto más se perpetúe esa alejada estación, más tiempo amagará con llamarse parque el "solarón" que no lo es.
