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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

De boticarios

Cada vez que los titulares de prensa dan cuerpo a una noticia en torno a la falsificación de medicamentos me viene a la memoria el farmacéutico gijonés Álvaro Domínguez-Gil Hurlé, paladín intelectual contra las prácticas fraudulentas de un sector que mueve miles de millones de euros. Existe mucho negocio sucio en torno a los medicamentos, tal que parece que, desde el punto de vista de la gran industria farmacéutica, la mala salud resulta de lo más saludable.

Hay un dicho sobre farmacéuticos que refiere así: el buen boticario ha de tener las cuatro "ces": ciencia, conciencia, capital y cojera. Ciencia, para conocer su profesión; conciencia, para actuar siempre con honradez; capital, para adquirir en abundancia los productos de la botica, y cojera, para no alejarse demasiado de la farmacia, dejándola en manos del mancebo. Álvaro Domínguez-Gil anda sobrado de las dos "ces" primeras, y si bien desconozco el montante de la tercera, corroboro fehacientemente la ausencia de la cuarta. En este doctor en Farmacia, docente erudito y luchador infatigable contra las malas prácticas profesionales no se cumple el refrán que asegura que la mujer, el perro, el médico y el boticario son cuatro males necesarios. O aquel otro que dicta que del cura, lo que diga; del médico, lo que haga, y del boticario, ni lo que diga ni lo que haga. Por lo general, lo que dice Álvaro suele tener sobrada enjundia.

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