El concurso internacional hípico que cada finales de agosto se celebra en Gijón se ha convertido en una cita ineludible del verano local, por su éxito deportivo y de público durante los seis días que dura el evento, en el que participan destacados jinetes de países de la máxima tradición hípica, a lomos de sus mejores monturas.

En 1941, un alcalde visionario, Paulino Vigón, tuvo la genial ocurrencia, con el apoyo de Fernando Arroyo, director de la Escuela de Aplicación de Caballería y general del Ejército, de crear un concurso hípico que diera vida al verano gijonés y que con el paso de los años se convertiría en uno de los grandes eventos populares de la villa. El objetivo se ha saldado con creces y el veterano evento ha puesto el nombre de Gijón en lo más alto de la hípica internacional.

El éxito del concurso y su buen nivel organizativo llevaron en 1987 a la Real Federación Hípica España a conceder por primera vez la organización de un Concurso Hípico de Salto de Obstáculos Internacional Oficial. La diferencia entre un Concurso Internacional Oficial (CSIO) y uno no oficial (CSI) consiste en que el primero incluye la Copa de Naciones, competición internacional por equipos. Solamente puede disputarse una Copa de Naciones oficial en cada país. Gijón dejará de ser la sede del CSIO en 2017, tras la controvertida decisión de la Federación Hípica Española, que designó a Barcelona como sede única. De manera que la capital asturiana de la hípica se queda el año próximo sin Copa de Naciones al no haber llegado Gijón a la oferta económica que presentó la candidatura catalana.

Todo lo que aporta este evento veraniego resulta beneficioso para la ciudad, de manera que el esfuerzo económico municipal que se lleva a cabo para poder celebrar el certamen está justificado. En la última edición, el concurso tuvo un presupuesto de 960.000 euros, de los cuales 465.000 correspondieron a premios. El volumen de negocio ascendió a 1.720.000 euros, el 25 por ciento procedente de las apuestas. Los apostadores gastaron el pasado año 446.000 euros y 481.000 el anterior, lo que demuestra el éxito de una prueba deportiva anual que podría considerarse de élites económicas y que en Gijón es, sin embargo, eminentemente popular. El pasado año el número de espectadores fue de 45.744, lo que supone una media de 7.624 al día. La cita deportiva genera además 283 empleos directos, de los cuales 59 corresponden a taquilleros y expendedores de boletos de apuestas.

En la próxima edición, el concurso celebrará su 75.º aniversario. Tal vez ha llegado el momento de darle un nuevo impulso al evento, lo que requerirá una mayor asignación económica y mejoras en la instalación de Las Mestas, por las que han pasado durante décadas algunos de los mejores jinetes del mundo. Los expertos consideran que hay que mejorar la pista de ensayo y renovar la grada de palcos.

Por lo que supone para la economía de Gijón y por el prestigio del certamen, es necesario que el concurso hípico mantenga su etiqueta de máxima categoría internacional y que empiece a trascender las fronteras locales para alcanzar mayor relevancia a nivel regional y nacional. Esta celebración deportiva y social tiene que convertirse en el futuro inmediato no sólo en cita obligada para los gijoneses, sino también para un mayor número de asturianos, amantes o no del mundo de los caballos.