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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Ruido

En Gijón, la música no suena al gusto de todos. La evidencia de esta afirmación la hemos vivido estos últimos días con las verbenas del "solarón", cuyo nivel de decibelios no ha contentado ni a tirios ni a troyanos; ni a los güelfos del vecindario, que no han podido conciliar el sueño y se han quejado amargamente, ni a los gibelinos de la organización, a los que la Policía Local obligó a bajar el nivel sonoro hasta límites, según su impresión, de música de pub.

Las actuaciones musicales del verano suelen generar conflicto allá donde se celebran: nadie las quiere debajo de casa. Conciliar el divertimento de unos con el derecho al descanso de otros conlleva frecuentes quebraderos de cabeza, además de conflictos entre ciudadanos. Ocurre que cuando el ruido es insoportable la razón se pone del lado de los que no consiguen dormir: el descanso es sagrado.

Por avanzar un paso más en el análisis de esta reciente polémica: ¿es Gijón una ciudad estresante a causa de la contaminación acústica? A veces lo parece, cuando algunos conductores malhumorados hacen sonar insistentemente el claxon en un atasco, o rugen los escapes libres de los motoristas del reparto de comida a domicilio. El tráfico y la actividad fabril ayudan mucho a disparar el nivel de decibelios. En los chigres, la tiranía la imponen los que hablan a voz en grito. Por fortuna no son mayoría, pero hace más ruido uno solo que grita que cien que callan.

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