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La mar de Oviedo

Investidura

Pedro Sánchez es un mal político, interesado en su momio, y aquí lo dejo, no lo votaré más. Y paso a mentar la sesión de investidura cuando, en primera instancia, un diputado prometía y el otro juraba, ambos por su conciencia y honor, cumplir con sus obligaciones y defender la Carta Magna. Palabras al viento. Con eso me quedé el martes, en un hemiciclo degenerado donde echo de menos gente que dé la talla por España ante la bazofia y el partidismo entendido como sinecura. Uno promete, y que su palabra baste, el otro jura y, de esa manera, pone por testigo a Dios, aunque el propio Hijo de Dios recomendaba los monosílabos sí y no, asegurando que todo lo demás del mal procede. Sospecho que esto de repetir elecciones ya ocurrió hace un millón de años y que los cromañones optaron por el sorteo para vestir de púrpura a una persona, de por vida y para toda su estirpe.

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