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Millas

Un misterio literario

Hace mil años leí un cuento, creo que de Cornell Woolrich, en el que un policía acude a la casa de un sospechoso para interrogarle acerca de la desaparición de su esposa. El sospechoso recibe al policía con afabilidad, le invita a un café y charlan sentados a la mesa del salón sin que el representante de la ley obtenga confesión o dato alguno que confirme sus recelos. Pero al salir de la casa le acompaña una sensación de incomodidad extraña, indefinible, que no le abandona a lo largo de los días siguientes. Durante la conversación vio algo sin percibir que lo veía, como nos ocurre tantas veces. Lo que vio, y que le produjo el sentimiento de incomodidad aludido, fue que la lámpara del salón no colgaba del centro de la estancia, como suele ser habitual.

Cuando el policía se da cuenta, vuelve a la casa del sospechoso y descubre el porqué de esa asimetría: la mujer desaparecida había sido asesinada y emparedada detrás de un falso tabique de la habitación. De ahí que la lámpara hubiera quedado desplazada del centro. Un detalle pequeño, pero revelador, que me ha venido a la memoria al leer en la prensa la historia de una mujer asesinada, también presuntamente por su marido, y emparedada en el cuarto de contadores de la vivienda que ocupaba el matrimonio. Desaparecida desde el mes de junio, la familia había colgado carteles con su foto por diversos lugares de Torrevieja, Alicante, donde ocurrieron los hechos.

El emparedamiento es un recurso literario. Se da también en Poe, entre otros, de ahí que impresione cuando uno lo ve saltar a la realidad, y cuando comprueba que funciona, pues el marido y presunto culpable no fue detenido hasta descubrir el cadáver. En este caso, el detalle delator no fue una asimetría, sino la cantidad anormal de insectos (moscas sobre todo) que alborotaban el aire cada vez que se abría la puerta del cuarto de contadores. ¿Por qué? Porque el emparedamiento estaba mal hecho. Tenía fisuras por las que escapaba el olor que atrajo a los insectos y que condujo a investigar a los vecinos. ¿Cómo se puede construir un sarcófago en un lugar tan visitado sin que nadie, de no ser por el olor y las moscas, se hubiera dado cuenta? He ahí un misterio digno de una investigación literaria.

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