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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Las baterías

La reciente polémica sobre la reforma de las baterías de coque de la factoría de Arcelor-Mittal en Veriña relata un viejo proverbio chino: no conviene aplastar una mosca sobre la cabeza de un tigre. No importa si son galgos o son podencos: lo que hay que intentar es que el gigante de la siderurgia no enseñe los dientes y muerda. O que cierre la caseta y se busque otro amo: a nadie le gusta que le ajusten el collar. Hay quien pretende que se cumpla el dicho de que muerto el perro se acabó la rabia. Se pondría fin, sí, a la contaminación en la zona oeste, pero también miles de empleos se volatilizarían en humo y pavesa por encima de la chimenea siderúrgica.

Lo cual no quiere decir que haya obligación de someterse a atisbo alguno de chantaje por miedo a perder el último tren del alambrón. Ni que haya que poner al peso en la balanza, por un lado, la salud de la población, y por el otro, lo que la factoría aporta al PIB regional, como si se estuvieran juzgando las almas de los muertos de Anubis.

De manera que lo más inteligente es aprender a conciliar, con sabiduría y destreza de mano izquierda, los intereses de unos y otros, de los vecinos afectados por los malos humos y de la multinacional del acero. Habrá que cumplir la normativa medioambiental y hacerla cumplir a rajatabla, si es que la factoría se la salta. Nadie quiere que Mittal tome las de Villadiego: no se trata de hacer el indio y luego lamentarse; pero tampoco nadie puede verse obligado a respirar partículas insanas y a no quejarse, como pretenden los miembros de cierta cofradía del amén, siempre dispuestos a inclinar hacia abajo la testuz al paso de los poderosos. Por mucho que no esté el alto horno para bollos.

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