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Nueces de California

Campus, andecha, andawa

Reflexiones ante el inicio del curso en la Universidad asturiana

Rust never sleeps (N. Young).

La herrumbre nunca duerme.

La curiosidad tampoco.

("Palabras prestadas", 2016)

El próximo 12 de septiembre se iniciará un nuevo curso académico y todos seremos un año más viejos. Quedan atrás unas merecidas vacaciones de agosto en las que la Universidad se desvanece para renacer con fuerza cada septiembre como Ave Fénix. No habrá muchas novedades, porque es normal que no las haya, pues como Universidad que se ha asentado a través del paso de los siglos los cambios son infinitesimales. Estrenaremos nuevo equipo rectoral, y los tiempos dirán si nos acordaremos o no de la labor de sus predecesores, aunque sus rostros hayan sido inmortalizados en la galería de retratos sita en algunas de las salas del edificio histórico. Yo, personalmente, creo que tiempos pasados no son forzosamente mejores, y que, de todas las maneras, es nuestra obligación como docentes e investigadores dar lo mejor de nosotros mismos, aunque las circunstancias no sean propicias. El hecho de que vivamos en un país políticamente paralizado en el que la lucha por la poltrona parece ser lo más importante de la agenda política afecta obviamente al futuro de nuestro país, a su credibilidad internacional y, por ende, al futuro de nuestras universidades. No obstante, esto no significa que seamos un país socialmente y civilmente paralizado. En el caso de la Universidad, como ha ocurrido a lo largo de los siglos, lo más importante es lo que se desarrolla dentro de las aulas. Es crucial que los profesores seamos capaces de iluminar las miradas de los nuevos alumnos, alentando su curiosidad y amor por el hecho de aprender. El Principado tiene mucho que decir sobre el modelo de universidad que queremos para Asturias. ¿Estamos todos de acuerdo en que la Universidad de Oviedo, humanista, científica y tecnológica, tiene que ser la punta de lanza del progreso de nuestra región? Si lo estamos, pues hagámoslo. Búsquense y contrátense a los mejores, vengan de donde vengan, "no place for mediocrity" (no hay sitio para la mediocridad), ni tiempo que perder, pues ya se ha perdido bastante. Destínense los medios que sean menester y defiéndase su uso con claridad y trasparencia. No puede existir oposición ante el bien común, pues sería cosa de estúpidos. ¿Se acuerdan ustedes de cuando en la vuelta a su retiro regional el señor Álvarez-Cascos propuso la creación de una universidad politécnica en Asturias público-privada que supondría nuestro relanzamiento tecnológico? Fue un día de mayo de 2011, con la crisis económica ya bien iniciada, y como tantas otras promesas electorales se quedó en el limbo de los anuncios irrealizables, que llenan portadas de periódicos y medios de comunicación, y que, sobre todo, nunca se pretendieron realizar. Sin embargo, quiero destacar que aquel anuncio, fruto del sueño de una noche de casi-verano, originó en nuestra Universidad una cierta ansiedad y curiosidad, ante el temor de que se hubiese realizado, de cómo habría que competir y de si estaríamos a la altura. Está claro que no hay peor cosa en cualquier tarea de la vida que no poseer competidor. Cuando un empresario dice que no tiene competidores, eso significa forzosamente que la actividad en la que evoluciona no es interesante. La Universidad de Oviedo necesita nuevos retos, y que éstos sean impuestos por la sociedad que nos rodea y por los mismos universitarios en una política de mejora permanente, sin ruidos de cascos, ni de sables. Hay que afianzar los diferentes campus y hacerlos crecer de modo orgánico, buscando en cada caso la excelencia. A nadie se le escapa que los tres grandes ejes de desarrollo de nuestra Universidad son el afianzamiento del campus del Cristo, que realmente nunca ha llegado a ser un campus, y también del Milán, con posibles expansiones a terrenos anejos al antiguo hospital y a las fábricas de gas y de armas; la convergencia entre el campus tecnológico de Gijón, la Universidad Laboral y la UNED, y, por último, el asentamiento y desarrollo inteligente del campus de Mieres, que desde su creación no ha gozado de los apoyos ni de la visión de futuro adecuados. "Mieres unterwegs" (Mieres en el camino), que dirían los germanos. No me imagino la Universidad de Stanford infravalorando instalaciones tan impresionantes como las de la Laboral o la del campus de Barredo. Es más, creo que la Universidad Laboral debería ser una de las imágenes icono de la Universidad de Oviedo. El pasado y el futuro que se dan la mano.

¿Puede un campus transformar una ciudad o una región? Sin duda, pero para ello hay que creer en la posibilidad, y no ver el campus como una masa ingente de estudiantes que consumen bocadillos. Lo explicamos en su día en las primeras Jornadas sobre Universidad y Campus de Mieres, que organizó mi-compañero-y-sin-embargo-amigo, el profesor Antonio Bernardo, que fue impulsor, director y defensor a ultranza del campus de Mieres, y cuya labor, desgraciadamente, no contó con los apoyos políticos y universitarios. No tan lejos tenemos el ejemplo de la Universidad Carlos III de Madrid, en sus campus de Leganés y de Getafe. En el caso de Leganés el desarrollo se ha basado en la elección inteligente de una serie de estudios de ingeniería, para los que se accede con nota de entrada, que poseen grandes expectativas laborales, y que obrarán sin duda una transformación en el contexto tecnológico de la comunidad de Madrid. De hecho ya lo están haciendo.

Pongámonos manos a la obra, remando al unísono como asturianos. Y cuando digo "asturiano" me refiero a todo aquel (y aquella) que vive, siente y trabaja por Asturias. Ser asturiano es un sentimiento, no una simple coincidencia en el lugar de nacimiento. De hecho, es como la escala de temperaturas de Kelvin, posee un carácter absoluto, pues no necesitamos compararnos con nadie para tener claro quiénes y cómo somos. ¿Tan difícil es reproducir los mecanismos de ayuda y de cooperación que utilizó la diáspora asturiana en su destierro? ¡Sin duda, es tiempo de andecha! ¡Andawa, andawa!, que dicen los negritos en las pelis de Tarzán. No vaya a ser que en esta tierra tan maravillosa nos hayamos quedado los peores.

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