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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Matar al emisario

¿Se imaginan que la mancha de marras, la que supuestamente emponzoñó la tarde del domingo el plácido baño en la playa de La Ñora, que hubo de ser cerrada a cal y canto de sirenas, hubiera aparecido no el 4 de septiembre, sino a mediados de agosto, en plena mareona turística en Gijón y Villaviciosa? Se hubiera convertido, sin duda, en una fea estampa del verano local, en la versión marítima de un estercolero. Y la publicidad para el turismo de esta ciudad y concejo limítrofe hubiera sido nefasta.

Así habría ocurrido, y además un hazmerreír nacional, al confirmarse horas después que la tremenda alarma social generada había sido provocada por algas en descomposición y restos de medusas. Suponemos que los políticos locales que ayer utilizaron el supuesto vertido en beneficio propio para zurrar duramente la badana a las autoridades locales y regionales, a las que reclamaron incluso dimisiones, no saldrán hoy de casa. ¿Hay que dimitir porque el mar se llene de algas que al descomponerse provocan mal olor? O mejor, ¿no habría que dimitir por confundir restos gelatinosos de medusas con la caca de 150.000 gijoneses? Muchas voces apuntaron ayer al estado de conservación del emisario submarino de Peñarrubia, que sin duda habrá que reparar. Queda bien matar al emisario, como en ocasiones matar al mensajero, pero no obviemos el verdadero problema: la paralización de la depuradora del Este obliga a verter al mar sin tratar las aguas residuales de una buena parte de la población. Y ese problema se perpetúa y sí que exigiría dimisiones.

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