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A José Manuel Vaquero, Medalla de Oro de Asturias

Querido Vaquero:

La Medalla de Oro de Asturias, que te entregará el Principado esta tarde, te sitúa, como contrapunto de la profunda satisfacción que estoy seguro que sientes, ante esa sobreexposición que has intentado evitar por todos los medios a lo largo de tu vida. Me permitirás, pese a todo, que contribuya a ella. Lo hago porque, como viejo amigo y compañero tuyo, algo puedo decir de tu trayectoria para abundar con fundamento en subrayar tus méritos. Y me parece justo hacerlo.

Como periodista eres extraordinario. Sin duda, el mejor de tu generación y de las afines en el tiempo. Añado, como acotación, que de Asturias, pero con el importante matiz de que, salvo en tu trabajo como corresponsal en la Prensa nacional, en "El País", que fue extraordinario, renunciaste a medirte en ámbitos más amplios, donde con seguridad hubieras triunfado, porque tenías todas las condiciones para ello.

Un aforismo de nuestro oficio dice que noticia es algo que alguien quiere ocultar. No he conocido a nadie con mayor instinto para detectar esa clase de ocultamientos ni con mayor sagacidad para sacarlos a la luz. Quienes vivimos de cerca tu época de informador recordaremos siempre con tanta admiración como envidia tus muchos recursos para investigar, de los que destacaría tu magistral dominio del método de obtener de mentira verdad. Pero todo esto se hubiera reducido a nada si a la capacidad de indagar no se hubiera añadido en ti la de resistir. Siempre has sabido aguantar las presiones de quienes pretendían que ciertas cosas no trascendieran, ya vinieran adobadas con zalamerías o artilladas con amenazas. Sin duda porque desde que te dedicaste a esta profesión creíste de verdad que el único propietario de las noticias es el público.

Unas circunstancias afortunadas te llevaron a asumir funciones de gestor. Fue una gran suerte que Editorial Prensa Asturiana adquiriera LA NUEVA ESPAÑA, porque en la concepción de su propietario, Javier Moll, estaba tan clara la fe en la viabilidad de los periódicos regionales como la idea de que cada uno de ellos debería adaptarse a las peculiaridades de su público. Él supo detectar en seguida tus capacidades potenciales como dirigente de la empresa y te promovió a esa función. Seguramente vio que tu inteligencia incluía una extraordinaria capacidad de aprendizaje, otra de tus grandes cualidades. Los hechos demostrarían hasta qué punto esa decisión fue un acierto.

En LA NUEVA ESPAÑA coincidían varios aspectos favorables, desde una herencia más que estimable hasta que su privatización se produjera al inicio de una etapa novedosa en todos los órdenes, con muchas dificultades pero también con las oportunidades que ofrecía la apertura democrática o las incógnitas estimulantes asociadas al cambio tecnológico. Pero también contaba con un acicate extraordinario: la existencia de un público lector magnífico no solo por su fidelidad sino, también, y sobre todo, por su exigencia de calidad. Ponderando todas estas circunstancias, asumir su gestión se trataba sin duda de un gran reto. A la vista está que supiste estar a la altura. Tres largas décadas después LA NUEVA ESPAÑA no sólo está consolidado como el gran periódico de Asturias sino también como uno de los más importantes de España, tal como se encargan de reiterar los estudios de mercado. Todo eso sería poco si, a la vez, y por encima de todo, no hubiera progresado día a día en el empeño de ser un periódico útil para su región.

Esa tarea pasa, ante todo, por realizar un periodismo de calidad, tal como demandan unos lectores tan cualificados como los asturianos. Tú siempre entendiste que tal desiderátum se plasmaba en hacer un periódico en el que nadie se sintiera excluido, pero sin que por ello hubiera que renunciar al más exigente sentido crítico; que hiciera compatible la proximidad con la universalidad; que fuera ameno y a la vez riguroso; que supiera conectar con esa sensible y noble fibra del amor de los asturianos a su tierra; que persiguiera, en fin, como objetivo irrenunciable, la credibilidad, que sólo se consigue desde el máximo respeto al lector, respeto que incluye la renuncia radical a querer adoctrinarle, porque de lo que se trata es justamente de lo contrario: darle todos los datos y brindarle la más amplia panoplia de pareceres para que forje libremente su opinión.

Esos objetivos son fáciles de enunciar. Lo difícil es traducirlos en hechos y tú has tenido un papel fundamental en que LA NUEVA ESPAÑA lo consiguiera. Durante todos estos años, sin firmar una sola línea, has sido el mejor periodista del diario sin dejar por ello de ser el mejor gestor. Cada mañana, bien temprano, iluminabas el ejemplar del día con observaciones de las que luego salían certeras críticas o sugerencias, que se traducirían en que el periódico del día siguiente fuera mejor que el del día anterior. No importaba que tuvieras que viajar o enfrascarte en absorbentes asuntos de negocios. El periódico, el producto periodístico, estaba -sigue estando- en el primer plano de tus preocupaciones de cada día. Y quienes te conocemos sabemos que no se trataba sólo de este periódico sino de todos los del grupo que estaban bajo tu jurisdicción. Todo ello, claro, a costa de un trabajo que para la mayoría hubiera sido abrumador.

Es evidente que escribo estas líneas desde la admiración y el afecto, pero no quisiera que se convirtiesen en una hagiografía. Así, debo añadir que no siempre ha sido cómodo trabajar contigo. No es fácil acoplarse a tu enorme entrega ni a tu férrea autodisciplina. Ni, digámoslo todo, tu carácter, en el trabajo, no se distingue precisamente por la dulzura. Pero eres siempre sincero y, aunque a veces se te desboque el genio, a la postre tratas siempre de ser justo. Y en las relaciones personales vas siempre con la verdad por delante. Si yo tuviera que resumir en un solo concepto muchos años de amistad y de colaboración diría que nunca me prometiste nada que no pudieras cumplir. Ya con las últimas revueltas del camino a la vista, tengo muy claro que ha merecido la pena el esfuerzo de haberte seguido.

Por lo demás, tu obra habla por ti. La de un periódico es, ante todo, una labor de equipo, pero, precisamente por eso, requiere un liderazgo que en el caso de LA NUEVA ESPAÑA has ejercido de forma admirable, hasta convertirlo en un activo de Asturias tan importante como necesario en este momento crucial de su historia, no en vano desde él se puede dar voz a la región, contribuir a su integración, promover sus valores, defender sus intereses y escuchar a los asturianos piensen lo que piensen y estén donde estén, ya sea dentro de la región o fuera de ella, ya vivan en las grandes ciudades o en las aldeas más remotas.

Y también, y de modo especial, denunciar sus errores. Por fortuna o, mejor, por una buena gestión del periódico, su solidez económica ha sido la base idónea -en realidad no hay otra- donde asentar con firmeza una independencia que le permite ejercer con total libertad la crítica hacia los distintos poderes, entre ellos el político, que, de cara a los ciudadanos, los sintetiza todos. Y no cabe duda que la ha ejercido siempre que ha sido necesario.

Una distinción bien concedida honra tanto al que la recibe como al que la otorga. Eso ocurre con la Medalla de Oro de Asturias que recibirás esta tarde. En cuanto que sin duda la mereces, el Gobierno del Principado ha acertado de lleno al concedértela. En una Asturias como la actual, tan dada a la autoflagelación, gestos como éste son un buen síntoma, y me explico. El periodismo bien ejercido es siempre un contrapoder y eso resulta incómodo para los que gobiernan. Pero su deber es aceptarlo, porque la libertad de expresión es la prueba del nueve de la democracia. No siempre ha sido así en los últimos tiempos y tú, mejor que nadie, tienes amarga experiencia de ello. Yo estoy seguro que LA NUEVA ESPAÑA empapiza casi todos los días el desayuno a algún miembro del Gobierno regional, como ha hecho antes y lo seguirá haciendo en el futuro, gobierne quien gobierne. Por eso me parece especialmente loable que el actual Ejecutivo del Principado, que preside Javier Fernández, haya tenido la altura de miras necesaria para reconocer la importancia de contar en Asturias con un gran periódico -hablo en términos objetivos- que, por encima de que pueda ser incómodo para los gobernantes, intenta prestar siempre un servicio a la región y la claridad de ideas para percibir la evidencia de que tú, un gran asturiano que ha ejercido siempre al máximo nivel personal su compromiso con Asturias, eres el principal responsable.

Tienes derecho a sentirte orgulloso y a compartir esa satisfacción con tu familia, que tanto tiene que ver con tu trayectoria. Nadie como Amparo podría decir más al respecto.

Un abrazo muy fuerte.

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