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Cien líneas

¡A volar!

Los datos están a la vista. Una empresa vinculada al doctor Madera, un carbayón que acaba de hacer con su división sanitaria una operación de verdadero mareo -se la atribuye un beneficio de 400 millones- es la propietaria de algunos de los mejores palacios de Asturias, dos en Llanes, tres en Castropol y sabe Dios cuántos más y los está restaurando. Y la firma Santagadea, también capitaneada por un asturiano y de inequívocos ecos épicos, tiene ya el centro de Talasoponiente de Gijón, gestiona los bajos del Molinón, acaba de adquirir el castillo de la Zoreda en Oviedo, va a entrar en el complejo del Vasco, en vías de renacimiento y se dice que ha comprado el parador del Pajares.

No hay que ser muy perspicaz para concluir que el turismo en Asturias está en vísperas de gloria sobre los datos de este año que ya son los mejores de su historia. Una subida fundamentada en grupos sociales que tienen dinero y lo gastan, que saben apreciar el valor de Santa María del Naranco, del impresionante arte parietal, que valoran la caza y la pesca en espacios únicos, que se ponen de rodillas ante nuestra gastronomía que, entre unas cosas y otras, van a la ópera o son clientes de una sanidad privada de excelencia si no masiva sí muy extendida. Y por ahí mil cosas más.

Es la hora de estos nuevos vectores con la condición de que sean inequívocamente privados. Mi único temor es que el Principado y sus infinitos tentáculos quieran meter mano -liderarlo, suelen decir- a un proceso que por sí solo -y solo por sí solo- tiene un horizonte espléndido.

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