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Carta al Rey desde un lugar de los Oscos

Retrato de la comarca que van a visitar Felipe VI y doña Letizia tras ser elegida "Pueblo ejemplar"

Majestad, con esto del Premio imagino que dentro de poco vendrá usted por aquí a dar una vueltina. Espero que no le pille la niebla en A Garganta como a mí en mi último viaje. En primer lugar debo disculparme porque un desconocido se atreva a escribir una carta al Rey. Pero hay algo que nos une.

En Asturias existe una expresión muy conocida:

-¿De dónde yes?

-Del pueblu la muyer?

Por eso entiendo que desde que se casó con doña Leticia usted ya es asturiano, condición que también yo disfruto, sin demérito, por supuesto, de los que no lo son.

En esa razón me apoyo para, con el debido respeto, comentarle algo relacionado con su visita a este guapísimo rincón de la tierra del que, aunque no nacido en él, soy ligeramente conocedor. No me voy a alargar contándole sobre sus riquezas, paisajes, historia, todo ello excepcional, aunque creo que debo resaltarle la paz, el silencio, el oxígeno puro y el respeto y solidaridad extremada de sus habitantes. Créame, son modélicos en esto, y en muchas otras cosas. Supongo que habrá algún "atravesáu", como en todos los sitios, pero mayoritariamente hay que aprender mucho de ellos. Ando por aquí desde hace años y sólo tengo alabanzas. Pero yo no le escribo para hablarle de este lugar.

Imagino que vendrá con su agenda de trabajo: escuchar las palabras oficiales y atropelladas de alcaldes, presidentas de las amas de casa, director del centro escolar, y todo eso; hacerse unas "selfies" con críos vestidos de asturiano en los brazos, y aceptar un escudo de la Casa Real fabricado con masa y levadura madre, horneado por los magníficos panaderos -hacen un pan asombroso, se lo garantizo- de la zona. Bien, son los gajes del oficio y hay que pasar por ello, pero acépteme un humilde consejo: deje que se encargue de todo eso la Reina, que lo hace muy bien. Y mientras ella se lo curra aproveche usted para callejear por Samartín, Santalla o Vilanova, y de la mano de alguno de los alcaldes -los tres son muy próximos y buena gente- pegue un vistazo a cualquiera de los pueblinos. Y busque una casa, que seguro por poco dinero podrá adquirir y preparar a su gusto.

Un lugar donde venir a descansar de verdad. A leer, a pasear, a escribir -o lo que le apetezca-, a tomar una caña con los parroquianos a última hora de la tarde. Quizás a cultivar una pequeña huerta (ya sabe lo que decían los filósofos griegos hace cuatro mil años: "La agricultura es un arte de sabios"). Y a media hora, visto que le atrae la mar, en el pantalán de Castropol -otro rincón guapísimo- podrá tener amarrado un velerín que no sea caro de mantener y, cuando lo desee, disfrutar de unas ostras frescas -las cultivan allí mismo, nada caras además-, con una de sidra. Algo delicioso.

Y cuando se jubile, que lo debe de hacer cuando le llegue la edad, no sea bobo, con la Reina -vaya mujer que se ha llevado, no se quejará- aquí podrá disfrutar de la vida verdadera -libre, sin engaños, inciensos ni maquillajes-, y ser feliz.

Imagine: en lugar de vestirse cada mañana de traje de luces para tirar de muleta con los cabeza de lista de los partidos, que no tienen ni idea del arte de Cúchares y en vez de cumplir con su obligación en la arena se dedican a darse cornadas en los toriles, prepararía en invierno un caldo de nabizas recién cortadas que haría a doña Leticia chuparse los dedos y quererlo más aún, y en verano unos fréjoles tiernos con carne de aquí para caer de espalda. Dormiría a pierna suelta en medio de este silencio, disfrutaría de un desayuno pacífico y sabroso, charlaría un buen rato con la farmacéutica cuando fuese a buscar unas tiritas -en Oscos cualquier gestión lleva un minuto de labor comercial y media hora de conversación, no existe la prisa-, y descubriría que acababan de marcharse las golondrinas por lo que era hora de preparar la leña para disfrutar del calor dulce del fuego en los días silenciosos del invierno. Y muchas cosas más.

Piénselo. Los Oscos, Majestad, son realmente un paraíso. No desaproveche la ocasión.

Tengo que dejarlo; "la otra" está a punto de levantarse y aún no le he preparado el desayuno. Si, las asturianas son todas mujeres de carácter, lo sabe bien.

Suyo afectísimo.

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