No deja de colear la polémica desatada días atrás por el anuncio de buscar un patrocinador para "apellidar" El Molinón a cambio de un puñado de millones de euros, como dos o así... Los que estamos a favor de la reciente propuesta del club y no nos rasgamos la camisola ni las restantes vestiduras hemos convenido, a calzón quitado, que la propuesta sería aceptable si la directiva encontrara en el listado de Likedin una firma cuyo nombre no chirríe en relación con la historia de tamaña institución deportiva, enseña y gloria local. Y se nos han ocurrido unas cuantas denominaciones que sin duda serían del gusto del respetable, ya que enlazarían con el pedigrí de la mejor hornada rojiblanca, con los nombres más destacados de la espalda de la camiseta.
Así, el estadio municipal podría rebautizarse como Molinón-Burger Quini, Pipas Churruca, Chorizos Re-Villa, Ferrero Rocher, Ikea Mesa, Ferrallas Valdés o Extracciones Petrolíferas Lediakhov, con lo cual mataríamos dos pájaros de un solo disparo por la escuadra: sustancioso rédito económico y beneplácito general de la concurrencia.
Todo lo que antecede en estas líneas es humorada. A broma es como hay que tomarse en esta ciudad ciertos asuntos que afectan sobremanera a la tensión arterial del respetable y que causan sonoras discusiones de chigre, percutidas en proyectiles verbales de abundante cagamento. Si la iniciativa del club para recaudar atípicos va a suponer que algunos aficionados lleguen a las manos, es mejor que El Molinón ni me lo nombren.
