Nunca estuvo mejor identificado José Manuel Durão Barroso que desde que se anunció su nombramiento como vicepresidente no ejecutivo y asesor-negociador de Goldman Sachs International, el mayor banco de inversión del mundo. La Defensora del Pueblo de la UE teme el desprestigio de las instituciones públicas por este tránsito a la defensa de los intereses de las grandes empresas privadas del que fuera tantos años político. En realidad, el desprestigio de las instituciones públicas viene del tránsito por ellas del que fuera tantos años político en defensa de los intereses de las grandes empresas privadas.
Como primer ministro de Portugal, Barroso apoyó la segunda guerra de Irak de George W. Bush, que fue un desastre programado en favor de los grandes intereses petroleros y la primera intervención bélica semiprivatizada en favor de las grandes empresas de seguridad. Como presidente de la Comisión Europea, Barroso estuvo al frente de las políticas más liberales, ésas que están permitiendo este mundo mejor para la riqueza de los ricos. En el caso de Barroso el problema no es la puerta giratoria sino la apertura, fuera de horario, de la puerta principal de las instituciones públicas europeas al liberalismo más antipopular. La puerta giratoria le ha dejado fuera de las instituciones y, gracias a eso, nunca ha estado Barroso más lejos del poder por el lado de la representación de los ciudadanos y nunca ha sido más fácil identificar en favor de qué intereses trabaja que desde que es un asalariado de Wall Street.
Ahora ya pueden tratar a Barroso como lobista, como empleado de grupos de influencia que han pagado a precio millonario sus contactos dentro de las instituciones europeas. Es el momento de que esas instituciones le hagan esperar a la puerta de los despachos hasta que canse. No será así porque muchos, como él, quieren pasar al otro lado de la puerta.
